Opinión

Contra todo tipo de golpismo

Alegato en favor de la democracia y la Constitución. Defensa de la convivencia y la igualdad

La España del siglo XXI está desmemoriada por el martilleo constante de una minoría que prevarica con la Historia y manipula la verdad. La mayoría social y política española sabe de la grandeza de la Transición, reconocida en la memoria internacional. Los que ya tenemos una edad sabemos que, una vez muerto el dictador, España renació en su innegable vocación democrática tras el fracaso de la intentona golpista del 23-F. Y sólo esos oportunistas del populismo más rancio y radical tratan de sacar provecho del desconocimiento que las nuevas generaciones tienen de aquella gesta constitucional en la que hubo un protagonista hoy desterrado por la desleal banda del mirlitón anticonstitucional. Es la pandi que cobra del erario público pero cuestiona el sistema, son los que se sirven de la democracia sin considerarla plena, los de la coleta libertaria al viento, el moño oprimido y las manos en los bolsillos, los de la kale borroka violenta y el desprecio a la monarquía, los del feminismo ideológico y la ofensa a la mujer del caso Dina, los que sólo denuncian la caja B de los demás pero silencian la suya, los que reclaman la excarcelación de delincuentes como Hasél mientras quieren la cárcel del exilio forzoso para el Rey emérito.

El Gobierno y el Congreso de coalición montaron un deslucido acto conmemorativo al cumplirse 40 años del 23-F. Convirtieron el salón de los pasos perdidos en una oportunidad perdida para reivindicar la democracia frente a los desestabilizadores de la demagogia. La ocasión, pese a que Juan Carlos I no fue invitado, merecía la solemnidad del hemiciclo, mayor lustre institucional y una firme ceremonia frente al golpismo de hoy liderado por los socios separatistas del Gobierno con cobertura de sus colegas podemitas. Y aunque Felipe VI volvió a estar a la altura de las circunstancias reivindicando la figura de su padre y su compromiso con la Constitución y la democracia aquel 23 de febrero de 1981, toda España fue testigo del desprecio de un vicepresidente segundo del Gobierno que hizo huelga de aplausos caídos como si fuera un intruso clandestino en el Congreso, un polizón estraperlista que asistía como vigilante de la playa desde el puente de mando del velero de la democracia que disfruta plenamente.

Da mucha pena ver a lo que está llegando España, contemplar cómo se deterioran los valores y principios democráticos desde el propio corazón del Estado, desde ese Gobierno complaciente y permisivo con los enemigos de la Constitución, mercenarios ensoñadores de la ilegalidad irrealizable de la República, farsantes democráticos por sus aspiraciones totalitarias en el control de la prensa y de otras libertades públicas e individuales.

España es hoy un país a la deriva, entretenido en el reality de las tertulias del adoctrinamiento, manipulado en su objetivo de bienestar, secuestrado en el estado de alarma infinito por una gestión indecorosa del coronavirus que sobrepasa ya los 90.000 muertos reales. España es un país que vive en la mentira oficial, anestesiado con la vacuna mediática a un pueblo adormilado y neutralizado por la pandemia. España es un país que galopa hacia una crisis económica gravísima, un Estado que vive por encima de sus posibilidades con cargo a los fondos europeos y a los Ertes que terminarán siendo paro.

El Rey emérito debe regresar a casa tras zanjar sus deudas con Hacienda y la justicia, si las hubiere, y cerrar filas con su hijo en la defensa de la monarquía. En este 40º aniversario del golpe fallido del 23-F faltaron palabras más explícitas sobre la inspiración golpista del procés, condenado en firme por el Supremo a penas graves de cárcel que pudieron ser mayores de no haberse favorecido la rebaja del delito de rebelión a sedición.

La propia Fiscalía afirmó en el juicio contra Junqueras y demás insurgentes que "lo sucedido entre marzo de 2015 y octubre de 2017 en Cataluña fue un golpe de Estado... ". Y por eso rebajar las tentaciones golpistas ya sean de derechas o de izquierdas es como distinguir erróneamente entre dictaduras comunistas o fascistas, pues en realidad todas son totalitarias.

Debemos ser muy exigentes con los representantes de la soberanía popular para que no malversen la confianza depositada en ellos, evitar el engaño social masivo y castigar las mentiras del insomnio al igual que la demagogia sistemática. Experimentada la nociva primera coalición de nuestra democracia, en España va siendo hora de la gran coalición a la alemana entre los dos grandes partidos. Es la única fórmula para frenar la polarización divisiva, para atenuar la desmemoriada confrontación guerracivilista, para aspirar a la prosperidad del bienestar sumando fuerzas y unidad en torno a la vigencia plena de nuestra Constitución y democracia. O eso, o el regreso a las mayorías del bipartidismo que al menos permitan la gobernanza cabal sin que los enemigos de la democracia desestabilicen desde el propio poder nuestro destino colectivo.

La robusta coalición

Sánchez y Casado, además de reconocer algunos errores de desescalada en la primera ola, parecen haber cambiado el tono para facilitar pactos de Estado. Pero al mismo tiempo, Sánchez se reafirma en la continuidad de su coalición pese al extremismo que arrastra y el permanente show de enfrentamiento que ofrecen PSOE y Podemos. Si preguntas con testigos, la coalición está más "robusta" que nunca. Si preguntas off the record ambos socios "se ponen a parir" y le dan de vida lo que dure la necesidad del poder. En Moncloa, el redondismo con escrúpulos trabaja para centrar a Sánchez y moderar el mensaje. Y no es descartable que la aparente luna de miel de Gobierno y oposición termine siendo otro engaño más. Hay temor a que Redondo apure una ruptura con Podemos para convocar elecciones a finales del 21 o marzo del 22. Pero en el PP tampoco descartan que se pudieran adelantar las elecciones en Madrid. Sánchez quería soltar lastre podemita y convocar con la próxima presidencia de la UE de España en 2023.

El retorno del Rey

Además de ser el tercer volumen de El señor de los anillos, el retorno del Rey será la continuación de la saga tras el destierro del monarca en su regreso a España. Zarzuela y Moncloa trabajan en el guion de esta serie por entregas, aprovechando el clima favorable de unanimidad en torno al papel salvador de la democracia ejercido por Juan Carlos I el 23-F y tras su última regularización fiscal. Un conocido predicador de la opinión ha llegado a decir que el Borbón padre puso en peligro la Corona con su afición a las mujeres y al dinero. Pero el Rey padre consolidó la democracia española tras la dictadura franquista para convertir la Transición de España en un modelo a imitar. En la célebre noche de los transistores y la libertad, Sabino Fernández Campo pronunció aquella frase con la que se desactivo el golpe: "Ni está ni se le espera", dijo, porque la señal que esperaban los golpistas era la entrada del general Armada en Palacio. Otros historiadores afirman que en realidad Armada estaba en "la sala de espera". Pero lo importante es que el golpe no triunfó, como en Cataluña, y España sigue adelante.

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