Opinión

La vinicampaña indeseable

Los aspectos más pasionales de la vida se retroalimentan de lo malo más que de lo bueno. La realidad y la convivencia copian con verdadero ahínco la ofensa al prójimo en vez del respeto recíproco entre iguales. Sucede con las creencias religiosas, con la política y con el deporte. La permisividad con la que la Liga, la Federación, la Fiscalía del Estado, el Consejo Superior de Deportes, las aficiones y los propios rivales de campo han gestionado la cacería física y el racismo contra Vinicius viene de largo.

Ya no estamos hablando únicamente de un delito de odio, de que le llamen "negro y mono" o de que le insulten sistemáticamente como forma primitiva y chusquera de parar su talento futbolístico. Ni siquiera el pasional comportamiento del futbolista justifica tanta persecución o generalizar injustamente con que España es racista.

Es que los árbitros permiten que los contrarios vayan más allá del reglamento como se comprobó en Mestalla, donde pasó de agredido a expulsado tras un claro penalty no pitado a favor del Madrid. Del VAR y su distorsión de la verdad, y de su parecido con el CIS manipulado de Tezanos ya está dicho todo. Pero sin duda, ha querido el destino que este sucedido tuviera lugar en plena campaña electoral y en el territorio clave de Valencia, lo que finalmente ha activado la respuesta institucional. La campaña indeseable contra Vinicius es un espejo de lo peor de la sociedad española, una copia fea de la campaña electoral indeseable.

En fútbol, en política o en la vida no vale todo. Como principio no vale mentir sirviéndote de las herramientas de poder, llámese VAR, arbitraje, CIS, Fiscalía o BOE. Y como ejemplo a seguir resulta sancionable, al menos moral y éticamente, permitir terroristas en listas electorales o el insulto al rival con el engaño por bandera. Ya se sabe que la verdad y la mentira tienen matices y son interpretables desde el partidismo. Pero hay asuntos que no permiten duda alguna, como es el caso de las listas de Bildu con terroristas o el uso del hermano de Ayuso como arma arrojadiza. La amoralidad del juego sucio vulnera los valores nobles de la política, las reglas mínimas del juego que deben regir para el ejercicio de lo público.

El problema es que siempre son los mismos quienes infringen el reglamento de la decencia, desde el dóberman felipista a las pancartas o camisetas con imputaciones delictivas contra Ayuso y su hermano archivadas por la justicia. Eso se está permitiendo mientras se conjura un código de silencio sobre Tito Berni o los pagos de Puig a su hermano. Que Pablo Iglesias acuse a la derecha de preparar un golpe de Estado es tan estrafalario como gratuito, más allá de la propia libertad de expresión. Porque el verdadero golpismo separatista es indultado y exonerado de sedición y malversación.

La invención de agresiones y navajitas plateadas de la pasada campaña madrileña se archivaron para evitar que los promotores quedaran retratados. Ahora hay un blindaje mediático, político y judicial contra estas maniobras de indudable infracción que dan para pensar que nuestra democracia favorece a los malos. Y es que ni los españoles ni Vinicius nos merecemos esta campaña indeseable.

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