Opinión

Nada de escribir

ME SIENTO delante del ordenador para escribir un artículo como tantas, tantísimas veces, varios miles. Uno más, me digo, y me dispongo a la tarea. Pero en esta ocasión hay un cambio con respecto a las anteriores, un cambio que se me presenta de manera tan súbita como evidente: no tengo nada de que escribir. Sorprendido, me quedo sin reaccionar. Por fin se me ha presentado el tópico del miedo —los hiperbólicos dicen pánico— a la hoja en blanco. ¿Y ahora? Respiro hondo e intento tranquilizarme. Es ridículo, pienso. Se entiende que experimenten este síndrome los novelistas que tienen que llenar páginas y páginas de sucesos y personajes. O los poetas de alta exigencia, que sólo aceptan lo sublime. Pero es grotesco que le ocurra a un simple articulista que puede escribir sobre cualquier cosa. ¿Acaso no hay, no pasan cosas en el mundo? Las hay y pasan, debo admitir. Pero no tengo nada de que escribir, es un hecho.

Inmovilizado en medio de la calma chicha de agosto, intento encontrar explicaciones a mi extraño caso. Y se me ocurre que mi actual falta de especialización como articulista, aparentemente una gran ventaja para encontrar temas, puede actuar en mi contra. Porque no hay más que ver, que leer, a los comentaristas políticos, a los deportivos o a los del corazón, por poner solamente tres ejemplos. Jamás les falta sobre lo que opinar, un día sí y otro también. Y aunque fijándose uno se da cuenta de que se repiten con ligeras y cosméticas variantes, el caso es que siempre cumplen con su obligación. En cambio yo tengo todo lo que me rodea como posible fuente de inspiración para llenar las treinta y tres miserables líneasde cada artículo. Pero tener todo llega a ser como no tener nada, porque te pierdes y no encuentras motivo para escoger un asunto en lugar de otro. Y la duda desemboca en parálisis.

Si fuese cronista deportivo, hoy glosaría, en mi caso en tono elegíaco, la derrota del Real Madrid ante el Atlético de ídem, en la Supercopa de Europa. Y llenaría artículos analizando minuciosamente el cambio de estilo impuesto por Lopetegui, la ausencia de Cristiano Ronaldo o la duda entre Keylor Navas y Courtois. Si fuese analista político, me metería con Sánchez, que bien se lo merece, y sus primeras medidas de Gobierno, que ni son medidas ni prometen ningún Gobierno, más bien todo lo contrario, a la sombra de lo que vayan decidiendo los antisistema, los independentistas catalanes, los estudios de marketing y la demagogia. Y si fuese cronista del corazón —que creo que es de verdad lo mío— me explayaría líneas y líneas con Bustamante y su bailarina de origen ruso (creo que hay algo).

¡Anda! ¡Pero si ya tengo el artículo! ¡Qué cosas!

Comentarios