Opinión

Alba de Gloria

CASTELAO ESTÁ de moda y parece demostrarlo actividades como las exposiciones 'Alba de Gloria' en la Iglesia de Santo Domingo de Bonaval y 'Castelao Maxistral' en la Ciudad de la Cultura, que podemos visitar estos días, y que a mí me traen algunos buenos recuerdos.

El discurso 'Alba de Gloria', que cumple 70 años, fue el último que pronunció el galleguista. Escrito inicialmente en 1947 en Marsella (Francia), mientras espera el barco que lo llevaría a América, lo pronuncia en una intervención multitudinaria, el 25 de julio del año siguiente, Fiesta del Apóstol Santiago en Buenos Aires, donde estaba exiliado y moriría dos años después. 

El primero que me insistió en la necesidad de leerme ese discurso y después 'Sempre en Galicia' fue Xaime Illa Couto un verano en su casa de Raxó. Más por afecto que por convencimiento acepté la recomendación, y venciendo cierta resistencia ideológica, descubrí con su lectura una obra fruto de una época, que evocaba un universo de personajes ilustres, una “Santa Compaña de inmortales gallegos”, que mandaban un mensaje de orgullo por el pasado y de esperanza para el futuro en un momento difícil de la historia de nuestro país y del mundo. Con su lectura entendí algo que Xaime repetía constantemente, “Castelao no es patrimonio exclusivo de nadie porque lo debe ser de todos” y esta reivindicación debe ser irrenunciable. 

Todas las causas, bien lo sabemos, necesitan de ídolos, personas que pierden su complejidad existencial, y se ven reducidas a figuras unidimensionales al servicio de una determinada ideología. Este ha sido el caso de Castelao, hombre profundamente comprometido con Galicia cuya biografía a menudo ha sido reducida a un mero “propagandista del separatismo”, hurtándole la consideración universal que su obra y pensamiento merecían, en aras de un localismo interesado y simplista. 

Aquellos que todavía hoy en día pretenden esto, parten del error de que Castelao era exclusivamente suyo, porque en realidad era nuestro, y en este “nuestro” se incluye a todos, a diferencia de quienes lo usan como adjetivo posesivo excluyente. Es un hecho que la figura “enlutada, larga como una abidueira, melancólica y burlona, indiferente y escudriñadora de Castelao” pertenecer a todos los gallegos.

El discurso del intelectual nos traslada también otra realidad que parece una perogrullada pero que es necesario reivindicar. Se trata de que nadie está en situación de extender certificados de galleguidad por pertenecer a determinada familia ideológica. Somos gallegos los nacidos e implicados con esta tierra y no nos da la gana de renunciar a símbolos intelectuales e icónicos, como Alfonso Daniel Rodríguez Castelao.

Con relación a la exposición 'Castelao Maxistral', tuve la oportunidad de almorzar con Xosé Mª Vila, Presidente del Centro Gallego de Buenos Aires, recién llegado con el cuadro 'A derradeira leición do mestre', una de las obras más simbólicas y reconocidas del intelectual galleguista, que forman parte de esa muestra que me ilustró con verdadera pasión sobre esa obra y la dimensión y prestigio internacional del autor. 

Actividades como las citadas contribuyen sin duda a recuperar y difundir la figura y obra de este polifacético autor, que afirmaba cosas como que “el verdadero heroísmo esta en transformar los deseos en realidades y las ideas en hechos”.

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