Opinión

Amor de silicona

CUANDO LA llama del amor se apagó entre él y su esposa, Masayuki Ozaki tomó la insólita decisión de llenar su vacío comprándose una muñeca de silicona de tamaño natural y aspecto realista, con la que compartir su cama en la casa familiar de Tokio, donde también viven su mujer e hija. Como él, muchos hombres poseen en Japón estas muñecas, llamadas “rabu doru” (muñeca de amor), a las que se considera más que objetos sexuales, seres con alma. La mujer de Ozaki afirma con resquemor que ella se limita sólo a las tareas domésticas.

Ahora se ha armado un buen revuelo con la apertura de un prostíbulo de muñecas sexuales en Madrid, explotado por la empresa Luxury Agency Dolls que se ocupa de colocar a las muñecas en la posición que se pida, con la ropa que se desee y de acondicionar el espacio para cumplir las fantasías de los clientes, cuyos deseos son órdenes. Estas muñecas muy realistas, miden y pesan como una persona de verdad, sus ojos parecen moverse y hasta simulan calor corporal, pero de momento no hablan ni se mueven, aunque sus tarifas de entre 40 y 200 € recuerdan a las que cobran las prostituta de carne y hueso.

La tecnología ha invadido cada área del ser humano, incluida la sexualidad, y después de ampliar nuestro vocabulario de orientaciones sexuales con términos como “demisexual” o “pansexual”, ahora llega “digisexual”, o lo que es lo mismo, personas cuya apetencia sexual se ve satisfecha sólo por la tecnología. 
 
El desarrollo de muñecas o robots con fines sexuales se mueve en un oscuro triángulo formado por la confusión ética, el negocio multimillonario y la perpetuación de roles machistas, y la proporción de gente que considera que formarán parte de su vida sexual en el futuro, es tan sorprendente como inquietante. Un estudio de la Foundation for Responsible Robotics sobre nuestro futuro sexual con robots, da el dato de que hasta el 86% de los consultados estarían dispuestos a mantener sexo con ellos, siendo los hombres los más proclives. 

David Levy, experto en inteligencia artificial, pronostica que esas relaciones serán normales en el 2050. Cábalas aparte, lo que será un hecho es que surgirán vínculos emocionales que irán más allá de la mera satisfacción física, lo que recibe ya el nombre de “robofilia”, cuya perspectiva planteará dilemas morales. ¿Qué ocurrirá cuando se quiera que el robot tenga apariencia de un menor? ¿Tener sexo con un robot será una infidelidad? ¿El hecho de que la mayoría de las muñecas imiten a mujeres, supone crear nuevas esclavas sexuales? ¿Y cuándo se desee que el robot ofrezca resistencia para simular una violación? Las preguntas son muchas y las respuestas dispares.

La relación que tendremos con esos robots se asemejará bastante al intercambio prostituta-cliente actual, que reconoce únicamente los deseos del que paga, mientras que la otra parte carece de opinión y es tan sólo un ser inferior que puede ser usado como un objeto, lo que hará además que la explotación humano-robot se replicará con más explotación humano-humano, como un círculo vicioso. 

¿En serio llegará el día en que la gente quiera a los robots como parejas sexuales, y hasta se enamore de ellos y los elija para casarse? La idea de un mundo dominado por ellos me crispa los nervios, porque sí resulta difícil entender a las personas, ¿Cómo podremos entender a robots humanoides?

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