Opinión

¿Hemos olvidado que fue Eta?

TRAS UNA década sin atentados surge una pregunta con naturalidad: ¿Sabe la sociedad española que fue y que hizo Eta? Si acudimos a un estudio de GAD3 que evidencia que más de la mitad de los españoles cree que sigue activa, el 95% desconoce el número de víctimas y la mayoría de los jóvenes no sabe quién fue Miguel Ángel Blanco, parece que la respuesta sería que no.

Eta ya no existe, pero su legado sí y es una vergüenza moral el blanqueo al historial de los asesinos y sus cómplices, de quienes desde las instituciones pretenden reescribir la historia e imponer el relato de que en el País Vasco hubo un "conflicto" entre la banda terrorista y "las fuerzas represivas del Estado".

En términos de oportunidad por tanto, ningún momento mejor que este, para dar la bienvenida a dos libros que desde enfoques distintos pretenden profundizar en la historia de la organización terrorista. Me refiero a El terrorismo en España, de Eta al Daesh (Editorial Cátedra), firmada por el historiador Fernández Soldevilla y La lucha hablada, conversaciones con Eta (Editorial Altamarea) de Egoitz Gago y Jerónimo Ríos.

Entender la naturaleza del terrorismo pasa por analizar sus causas, pero también por identificar los problemas que, quizás, prestaron algún soporte a esa violencia terrorista, sin que ello pueda servir de justificación. Un buen libro y estos dos lo son, debe analizar estas cuestiones y aporta a los lectores capacidad de discernimiento para poder formular juicios de valor.

El libro del Gaizka Fernández Soldevilla, historiador del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo y uno de los grandes expertos en el tema, hace un detallado repaso del uso de la violencia con fines políticos en nuestro país, desde 1960 a 2020. Años en los que surgieron hasta 50 grupos terroristas que abarcaban todo el espectro ideológico, desde la extrema derecha a la extrema izquierda, pasando por el nacionalismo radical y, por supuesto, el yihadismo. Además de analizar la trayectoria de esas bandas presta el autor especial atención a las víctimas, rescatando algunas de sus biografías y colocándolas, con acierto, en el centro del relato. Estamos ante una obra magnífica, exhaustiva, rigurosa y a su vez pedagógica y académica que nos permite comprender mejor un fenómeno que ha marcado nuestro pasado reciente.

Y si este libro tiene a las víctimas como protagonistas centrales, el de Gago y Ríos pone el foco en aquellos que eligieron la senda de la violencia. ¿Qué los empujó a tomar las armas? ¿En nombre de qué ideal sembraron el terror en el país?... Las respuestas se deducen de las nueve entrevistas anónimas a etarras que recoge el libro, donde con cierta amargura por la disolución sin alcanzar sus objetivos, manifiestan una ausencia total de arrepentimiento, reivindican su condición de víctimas poniéndose en el mismo plano que las auténticas víctimas y desde luego se oponen a pedir perdón por el daño causado. Los autores no sucumben a la tentación de interpretar las respuestas de las entrevistas y acertadamente dejan que sean los lectores lo que saquen sus propias conclusiones. Estamos ante dos obras utilísimas y que hay que leer para evitar que el terrorismo vuelva a seducir a nadie y para recordar que matar nunca es el camino, como no lo es recibir como héroes a quienes no lo son.

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