Opinión

Hombres, mujeres y viceversa

IDENTIDAD DE género, el género fluido, el no binarismo y la teoría Queer son conceptos prácticamente desconocidos para la mayoría, aunque desde hace algunos meses estos términos han aparecido en el debate público de la noche a la mañana. La Ley trans del Gobierno de Sánchez sigue levantando ampollas. Que se haya presentado en la semana del Orgullo e inicie su trámite parlamentario en este momento no es casualidad. Reconoce la determinación individual de género por la que una persona podrá cambiar de sexo en el Registro Civil a partir de los 14 años sin la intervención de terceros y en un plazo de cuatro meses, manteniendo si quiere su genitalidad, su aspecto físico y el nombre dado al nacer.

El aspecto conceptual que más llama la atención de la ley es el voluntarismo, es decir, que cada cual puede determinar voluntariamente sin más el sexo que quiere tener. Esto me parece que cuanto menos es algo discutible. Además, esta opción conllevaría la adquisición de los derechos que implica ser hombre o mujer, lo que vendría a afectar directamente a la legislación específica, como la Ley de Igualdad o la de Violencia de Género. Esto rebaja y desacredita la ortodoxia feminista y de paso cuestiona la discriminación histórica de la mujer.

En la batalla política que se ha desencadenado, se ha impuesto finalmente, con el beneplácito de Sánchez, la ideología Queer (raro en inglés) que defiende el matriarcado morado de Irene Montero. Esta ha terminado por ganar la partida a las corrientes feministas que lidera Carmen Calvo que consideran que la nueva ley destruye el concepto de mujer y echa por tierra la larga y dura lucha por la igualdad y sus derechos, ya que a partir de ahora, por ejemplo, cualquiera hombre que se sienta mujer podrá cambiar de sexo con una simple declaración en el Registro Civil, ya que además de relativizar los rasgos biológicos, no debe acreditar de ninguna manera la expresión de su nueva identidad.

Pedro Sánchez ha elegido depender de minorías ideológicas radicales y una vez más acaba poniendo la labor legislativa al servicio de una agenda doctrinaria que erosiona el garantismo jurídico y, en buena medida también, la convivencia del país. Este rasgo sectario del sanchismo se advierte en todos los ámbitos, de lo territorial a lo sexual. Asimismo, pretende que no se discuta sobre la norma en sí, sino sobre las intenciones que cada uno tiene al ponerse de un lado u otro de la misma. Cualquiera que la critique se convierte en un homófobo, y todo el que la apoye, de inmediato adquiere la condición de empático con los que sufren este calvario.

Así se pervierte la democracia. Un efecto no esperado, pero tampoco evitado de la ley, nos lleva a preguntarnos, ¿Qué es una mujer/hombre? ¿Qué significa ser una cosa u otra? ¿Es un acto de voluntad que no debe estar amparado biológicamente? De las respuestas se deduce fácilmente que dentro del Gobierno de Sánchez hay dos modos muy diferentes, diría que casi antagónicos, de ver y entender de manera especial a la mujer y de manera general al ser humano.

Estamos ante una mala ley alejada de las urgencias de la sociedad. Pero, lo que es más grave, que no va a mejorar en nada la vida de esas personas frágiles y necesitadas a las que se dice querer ayudar. Y a las que en el fondo solo se usa como arma arrojadiza para dividir a la sociedad, e imponer un debate infantil y polarizante.

Comentarios