Opinión

¿Podría ser usted un fascista y no saberlo?

ANTE ALGUIEN con tintes conservadores, el ‘Orfeón Progresista’ tira de repertorio y empieza a salmodiar su himno de cabecera y el interesado o interesados no tardan en ser calificados de fascistas con todas las letras, o de fachas si hay confianza.

Uno escucha tantas tonterías y tanto rebuzno que creo que es necesario precisar un poco los términos para poder insultarnos con cierta solvencia y antes de tirarnos epítetos a la cara, ser capaces, al menos, de acotarlos. Por ejemplo: usted podría ser un fascista y no saberlo. Para averiguarlo debe hacerse una sencilla pregunta: ¿Es usted un italiano de los años 20 y 30? Si la respuesta es no, puede tranquilizarse: usted no es un fascista, diga lo que diga su cuñado simpatizante de Podemos, ese que levanta el puño en nochevieja mientras come langostinos.

El fascismo fue un sistema político italiano que, en lo social y en lo relacionado con la defensa del trabajador, se encontraba muy a la izquierda de Podemos, que sería visto por los fascistas como un partido de cantamañanas burgueses, vamos, lo que son. Su cuñado, con un nivel cultural que no es muy allá, al menos en lo que a historia política se refiere, esto no lo sabe. En España, el fascismo no triunfó porque es un producto del laicismo y de la modernidad que, además, glorificaba la juventud, frente a lo clerical, tradicionalista y reaccionario de la derecha española durante casi todo el siglo XX.

Condenar a los adversarios tildándolos de fascistas es desde hace mucho tiempo parte de nuestro discurso político, algo tan genuinamente ibérico como el jamón de bellota. Pero en las últimas décadas ha aumentado la popularidad del término. Todo este ruido mediático, social y político en torno al fascismo ha generado de forma tangencial gran interés en la sociedad sobre este fenómeno. Así, el término ‘Fascismo’ alcanzó en Internet las 50.000 búsquedas mensuales desde el inicio de 2020, principalmente desde dispositivos móviles.

En España es común relacionar la defensa de la posición ideológica propia con la mala educación, el insulto, el desprecio, la agresividad y la falta de entendimiento. Esto no es ninguna ideología ni una manera de superar al rival sino, muy al contrario, una muestra de la fe ciega en la propia estupidez y en la del resto de cafres que te acompañan. En definitiva, no hay nada más mediocre y torpe que ser un macarra fanatizado.

El ‘fascismo’ hoy en día debería equivaler a la intolerancia para respetar a los rivales políticos. Así, si bien la derecha (PP, Ciudadanos y Vox) tolera con más naturalidad a la izquierda, esta es reacia y se agarra al principio de que sólo ella está legitimada para gobernar, los demás, unos más que otros, son fachas y sólo cabe imponerles cordones sanitarios y declarar alertas ‘antisfascistas’.

El fascismo hoy no existe más que en la imaginación de algunos nostálgicos, la mayoría seguidores o simpatizantes de partidos y gobiernos que presumen de demócratas y que, sin embargo, abrazan causas dictatoriales. Los mismos que justifican las cargas policiales o la censura de prensa cuando quien la practica son los amigos latinoamericanos.

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