Opinión

La soledad del empresario

Según la Real Academia Española de la lengua la soledad es la carencia voluntaria o involuntaria de compañía, un lugar desierto o tierra no habitada y como última acepción la define como pesar y melancolía que se sienten por ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo. 

Cualquiera de estas tres acepciones es válida para lo que pretendo transmitir cuando me refiera en este articulo a la soledad del empresario. 

La soledad es algo que me preocupa especialmente ya que he visto a personas defenestradas por ella que algún día fueron auténticos brazos de mar intelectuales y que con el tiempo se han autodestruído. 

En algunas ocasiones muchos añoramos la soledad que nos permite hacer cosas que en compañía nos es muy difícil o prácticamente imposible. Ahora mismo, en este preciso instante, estoy solo escribiendo este artículo y necesito estarlo ya que mi capacidad de concentración sobre lo que estoy escribiendo precisa de encontrarme ahí dentro a mi mismo y eso solo lo consigo en soledad. 

Si embargo, esta soledad es elegida, es decir, yo controlo la soledad pero ella de momento no me controla a mi, al menos en este estadio de mi vida. 

La soledad se convierte en condena cuando no la elegimos sino que nos viene dada por nuestra situación vital. Pero no quiero entrar en el fondo de la cuestión causal de la misma sino mas bien en los efectos primarios y secundarios que provoca. 

En el mundo de la empresa y concretamente en el alma del empresario la soledad subyace como algo intrínseco a la persona emprendedora. Es fundamental aprender a convivir con ella y a evitar entrar en el bucle de la melancolía. 

La soledad del empresario, a veces añorada otras muchas veces repudiada pero siempre asumida, es nuestra compañera de viaje con la que tendremos que establecer un matrimonio virtual. 
Tendremos que convivir con ella y serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de nuestra vida empresarial. 

La soledad elegida tenemos que contemplarla a la par que convertirla en una herramienta potente que nos permita la serena reflexión que nos lleve a una meditada y correcta toma de decisiones. 

Que nos permita realizar un periódico acto de contrición que nos ayude a perdonarnos en nuestros pecados que sin duda cometemos y cometeremos, y que no nos deje cejar en nuestro emprendimiento. 

Dicen algunos que hay 6 tipos de soledad: la soledad contextual que se limita a cualquier contexto determinado, la soledad transitoria que es momentánea, la soledad crónica que, como dice la palabra, es perenne, la soledad autoimpuesta en la que nos adentramos por el miedo a sentirnos defraudados, la soledad impuesta por terceros por razones básicamente materiales y la soledad existencial que generalmente viene desencadenada por la carencia de sentido de nuestra vida. 

A estas seis clases de soledad yo añadiría la soledad empresarial que no es otra que la que te pone de manifiesto que eres el último eslabón de la cadena que es tu empresa, y que llegado el momento nadie estará ahí para acompañarte. Ese es el preciso momento que hay que saber controlar y manejar, para evitar caer en un proceso de auto destrucción. 

Esta es una frase bien cierta que alguien muy inteligente y listo dijo hace mucho tiempo: Los que nada esperan jamás serán defraudados. Creo que en el contexto de esta lapidaria frase, el empresario debería encontrar el lugar reconfortante que le permita convivir con su soledad. 

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