Opinión

Ausencias en el Congreso

REPASANDO LA nómina de diputados presentes en el Congreso es probable que en lo que dure la XI Legislatura que empieza hoy se echen en falta representantes de dos partidos que no están.

El primero, Unión Progreso y Democracia, formación que, además de la defensa de la unidad de España y la igualdad y solidaridad entre los españoles, izó la bandera de la limpieza y regeneración de instituciones, partidos y sociedad en una lucha implacable contra la corrupción, personándose como acusación particular en muchos casos relevantes. Hace unos días Andrés Herzog, su cabeza de lista en las elecciones, anunció la retirada de todos los casos porque "los españoles han decidido que así sea", y es verdad: UPyD obtuvo 153.505 votos, un pobre 0,61 del total.

Además del hiperliderazgo de su fundadora y de otros errores, UPyD seguramente también está pagando la factura de haber denunciado los desmanes del PP y PSOE, el bipartidismo dominante que estaba henchido de poder y no podía consentir que un advenedizo cuestionara su pervivencia.

Falta en el Congreso el BNG. Hay mucha gente que pasa de nacionalismo porque quiere ser, en palabras de Rafael Argullol, cosmopolita antes que aldeano global

Su hueco lo llenaron otros partidos con líderes mediáticos que, subidos a las tribunas televisivas, cautivaron a la gente con la promesa de regeneración de la vida pública —imitando a UPyD— y otras propuestas, muchas inviables tal como está la economía del país. Pero obtuvieron buena cosecha de escaños porque los españoles somos proclives a creer en soluciones mágicas para problemas económicos y sociales complejos y en la existencia del paraíso detrás de la renta básica para todos. George Seaton dejó una película que llegó a España con el título ‘De ilusión también se vive’.

Falta también el Bloque Nacionalista Gallego. Hay mucha gente que pasa de nacionalismo porque quiere ser, en palabras de Rafael Argullol, cosmopolita antes que aldeano global, pero echará de menos a esta formación, que defendió los intereses de Galicia en Madrid, no en exclusiva, pero sí con dignidad y prestancia. Sus dirigentes tendrán que analizar por qué los ciudadanos abandonaron su '‘nacionalismo genuino'’ por una confederación de siglas y personas de procedencias diversas que, veinte días después, ya están divididas y nadie sabe qué aportarán a Galicia.

Es una obviedad decir que estos dos partidos están fuera del Congreso porque el pueblo así lo ha querido y el pueblo es soberano, incluso para equivocarse. La ventaja que tiene la democracia es que a los cuatro años se pueden corregir los errores.

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