Opinión

Bernal y Alvite

La Asociación de Periodistas de Galicia (APG) realiza desde su fundación (1995) muchas actividades para abrir horizontes, promover y dignificar la profesión periodística. Entre esas actividades sobresalen el premio Diego Bernal, que se otorga a un profesional de dilatada carrera en el periodismo, y el premio José Luis Alvite, que reconoce las opiniones de otro profesional publicados en la sección de opinión de un periódico.
Ambos premios gozan de reconocido prestigio, pero faltaba ponerles la guinda. Y eso ocurrió el sábado pasado en Compostela cuando se descubrieron sendas placas que recuerden para la posteridad a Bernal y Alvite, una iniciativa de la APG que el tesón de su presidenta, María Méndez, consiguió fuera acogida por el Ayuntamiento.

Fue un acto entrañable en el que participaron familiares, amigos y compañeros de los homenajeados entre los que pesaron mucho las vivencias con estos dos periodistas y amigos. Diego Bernal queda inmortalizado en la fachada de su casa natal en la Rúa do Vilar, y el nombre de José Luis Alvite permanecerá para siempre en la emblemática plaza de Mazarelos.

Bernal fue un compostelano de pro. No se puede hablar de Santiago sin evocar a Diego, tan entrañablemente unidos, tan metafísicamente identificados. Como periodista cultivó la información diaria, el periodismo radiofónico, el televisivo y la literatura. Su pluma elegante contó las historias de personajes compostelanos a los que trató con delicadeza proverbial. Conversar con él era encontrarse con el humor elegante que caracteriza al ser galaico, y adornaba sus fabulaciones con una ironía fina y cordial.

Alvite era un prodigio de imaginación. En el Savoy concibió universos, creó historias e inventó un mundo por el que desfilaron tipos humanos sorprendentes e imprevisibles y casi siempre perdedores "a los que le sientan mejor las balas que las rosas…". Nunca salía el sol en el Savoy, pero a la luz de las tulipas Alvite nos dejó una lírica de belleza sublime en la que habla del amor y desamor, de desengaños o de interminables tardes llenas de nostalgia…

"No quieran conocerme. No se pierden gran cosa, soy un sentimental que está de paso", decía este bohemio compostelano que podría ser un trasunto de algún personaje valleinclanesco, como el Marqués de Bradomín que a la postre era un don Juan ochocentista "feo, católico y sentimental".

Al fin, Bernal y Alvite ya están inmortalizados en la Compostela eterna que el sábado cumplió con la obligación de honrar a sus dos periodistas eminentes que tanto contribuyeron a hacer más grande a esta ciudad.

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