Opinión

El Camino Portugués en Vigo

A PRINCPIO de los noventa del siglo pasado, don Víctor Vázquez Portomeñe concibió la idea de resucitar el Camino de Santiago recuperando "todos os valores que lle otorgou a historia en beneficio de Galicia". Su idea fue plasmada en el Plan Xacobeo y el entonces conselleiro acudió fue al Parlamento a presentar aquel proyecto ambicioso que "foi aprobado por unanimidade", de lo que Portomeñe se siente muy orgulloso.

Eran otros tiempos, don Víctor. Los políticos que ejercen ahora no tienen esa capacidad de sentarse para dialogar, renunciar a parte de sus posturas y consensuar entre todos los grandes proyectos que exige el interés general del país.

Traigo esto a colación porque, consolidado el Xacobeo "como unha bola de neve que a cada paso medra máis", el alcalde de Vigo niega su colaboración a la realidad global del Camino e impide señalizar con la marca oficial el Camino Portugués en el trazado que atraviesa el núcleo urbano de la ciudad. Por eso, los romeiros se pierden desviándose de la ruta al no hallar indicadores que conducen a Compostela, su meta de peregrinación.

Ya en 2018 la Asociación Amigos de los Pazos, recuperadora del trazado histórico del Camino por Vigo, reclamó al Concello la señalización de la ruta. "Es el único municipio que no ha facilitado medio alguno para evitar que los peregrinos se pierdan", decía su portavoz.

Es un caso único. El Camino Francés y los demás Caminos cruzan ciudades, discurren por pueblos pequeños y por lugares inhóspitos, pero en sus cientos de kilómetros está profusamente señalizados para guiar al peregrino. La única excepción es Camino Portugués a su paso por Vigo.

Sorprende esta negativa de don Abel Caballero, un alcalde ilustrado, economista y escritor, que conoce mundo, gobierna una ciudad abierta al mar y él mismo es una persona permeable a las universales corrientes de pensamiento –superadoras del minifundio mental– que llegan a Vigo por la ruta del mar océano.

Sorprende, además, que no aproveche la señalización del Camino para promocionar su ciudad colocando indicadores de monumentos singulares, parques y otros lugares emblemáticos, que forman parte de la historia y de la belleza de la urbe, como reclamos que inviten al peregrino a hacer un alto en su caminata. Pero lo cierto es que el Camino reabierto por Portomeñe, forjador de la conciencia europea, se torna laberíntico en Vigo.

Una pena. Decía Cela que nunca se debe negar un pitillo a un desconocido, una bofetada –él empleaba una palabra más castiza– a un impertinente y una buena orientación a un caminante. Pues eso.

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