Opinión

Felicitar al ganador

En una entrevista preguntaron a Gonzalo Suárez qué virtud echaba de menos y contestó que "en realidad se han perdido casi todas las virtudes". El escritor y cineasta añadió: "Tal vez le parezca una pedantería, pero echo de menos cierta elegancia en las relaciones y en las expresiones que se vierten con mucha inconsciencia".

Si el autor de Remando al viento mira a la última campaña electoral encuentra abundantes "expresiones" que utilizaron varios políticos para socavar la imagen de los rivales y denigrar a empresarios y profesionales. Esos "cargos públicos" no quisieron compatibilizar su libertad de expresión con el debido respeto a sus contrincantes políticos, ni a otras personas de la sociedad ajenas a la política.

El mismo domingo 28 el cineasta echaría de menos que desapareciera la "elegancia en las relaciones" propia de la noche electoral que se concretaba en la costumbre tan cortés de felicitar al ganador. Esa tradición, que mantuvieron los presidentes de gobiernos anteriores y los jefes de la oposición la rompió el presidente Sánchez, que no tuvo a bien felicitar al líder del Partido Popular, ganador de los comicios.

Ni siquiera felicitó al presidente de Castilla-La Mancha, el político de su partido que renovó la mayoría absoluta de 2019. Los parabéns a García Page le llegaron después de que el barón socialista confirmara que no había recibido la felicitación del presidente que "si te quiere llamar te localiza".

Todo indica que el presidente Sánchez se contagió de las malas formas de sus socios de coalición, que desprecian los buenos modales y las viejas costumbres de la cortesía política. Como la que adornaba a los políticos más veteranos —la denostada casta para los emergentes— que discrepaban sobre muchos asuntos y debatían ardorosamente tenían conceptos distintos del modelo de sociedad, se peleaban dialécticamente por una partida presupuestaria, pero siempre lo hacían desde el respeto democrático y personal. Cuando acabado el debate se iban juntos a tomar unas cañas, hablaban de las trivialidades de la realidad prosaica y se felicitaban cuando la ocasión lo requería.

Esa manera de hacer política se acabó, desaparecieron los buenos modales y la elegancia en las formas. El también cineasta y director Rafael Azcona contaba que "cuando en una reunión de cierto nivel hablaba el más tonto, la conversación siempre tomaba el nivel del más tonto". Ahora las conversaciones y los debates también toman el nivel del más agresivo y maleducado, del que más grita e insulta y del más intolerante. Tristemente, es lo que hay.

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