Opinión

La jornada electoral de ayer

EN UN análisis de urgencia de la jornada electoral lo primero que hay que destacar es, además de la participación que superó el miedo, el acierto parcial de las encuestas. Feijoo, el gran triunfador de la jornada, obtuvo la cuarta mayoría absoluta, un caso único en las democracias occidentales. Los gallegos valoraron su gestión y votaron «continuidad sin sobresaltos» para gestionar lo que se avecina. Optaron por un «gobierno con experiencia» antes que por «un experimento de gobierno» multipartito.

En cuanto a los aspirantes, su oferta conjunta de «un gobierno de progreso» era tan ambigua e inconcreta que no resultó creíble. Tampoco funcionó la visión apocalíptica de Galicia con el mantra de acusar al gobierno Feijoo de recortes en sanidad, en educación, en servicios sociales… Los gallegos entienden que el Estado de bienestar galaico es homologable al de cualquiera de las comunidades y votaron «las políticas rancias del PP».

Un apunte sobre los cabezas de lista. Ana Pontón es otra triunfadora. Mostró la cara amable de su partido que ya no «predica» que Galicia se adapte al BNG, sino que ella va acomodando al BNG a Galicia. Eso propició el «sorpasso» histórico al PSG y que cautivara al electorado que en su día se fue a las Mareas, que retornó a su partido.

Caballero minusvaloró al BNG, su rival, le sobró acritud contra Feijoo y le faltó un programa concreto y creíble. Se equivocó al recorrer Galicia con la «gente guapa» del Gobierno central y no presentar un discurso galleguisa de la mano de González Laxe —28 diputados— y Pérez Touriño —24 diputados—, dos activos del socialismo galaico. La verborrea insustancial de Gómez Reino, sus acompañantes en la lista y el padrinazgo de Iglesias, que en Galicia es un lastre, explican su debacle total. El populismo sirve para agitar, pero en Galicia no convence para gobernar y gestionar la complejidad del país.

Ni Vox, ni la Marea Galleguista, ni Ciudadanos —que para Feijoo no sumaba— tienen cabida en Galicia. No es fácil entender que el partido naranja se presente aquí compitiendo y restando votos a la derecha mientras que en el País Vasco acudió con una oferta conjunta.

En resumen, el pueblo gallego soberano, libre y con poder de decisión repartió papeles y asignó funciones a cada candidato para dirigir a Galicia en los próximos cuatro años. Esa es su responsabilidad.

Hay que exigirles que aparquen intereses partidarios, inquinas personales y orgullos heridos; que dejen las liortas pueblerinas y que piensen que, en el gobierno o en la oposición, son necesarios para que Galicia siga avanzando.