Opinión

La sociedad líquida

LOS LIBROS de Historia de la Filosofía dedicaban a Heráclito poco más de media página. Sin embargo es uno de los filósofos griegos más citado por la fascinación que produce su pensamiento que, partiendo de la observación de la naturaleza, concluye que nada existe de un modo permanente, "todo es devenir", que condensó en la célebre expresión panta rei, todo cambia.

Hace un mes moría el sociólogo Zygmunt Bauman que dejó su pensamiento en una obra tan densa como extensa y acuñó el concepto de sociedad líquida para expresar que en esta nueva era el mundo se mueve tanto que desaparecen todas las seguridades y referentes a que nos agarrábamos hace unos años cuando vivíamos en una sociedad sólida. Entonces contábamos con un Estado fuerte, empresas consolidadas, empleos para toda la vida, una educación y escala de valores aceptados, unas pautas de comportamiento y modales correctos en los político, económico y social, un orden internacional razonablemente estable…

Heráclito y Bauman tienen razón. Todo es devenir, lo único permanente es el cambio, desaparecieron las seguridades; todo es efímero, evanescente y volátil

Ahora, en la modernidad líquida, todo es incertidumbre. El Gran Hermano americano es una amenaza para la aldea global; está cambiando el orden internacional con imprevisibles consecuencias políticas, económicas y sociales; las tecnologías destruyen los empleos; se instaló el precariado y el relativismo en las ideas y valores; retroceden las democracias y se vulneran los derechos; la verdad es sustituida por la mentira de los hechos alternativos.

Lo que está ocurriendo en el mundo -y en nuestro entorno- lleva a concluir que Heráclito antes y Bauman ahora tienen razón. Todo es devenir, lo único permanente es el cambio, desaparecieron las seguridades de antes, todo es efímero, evanescente y volátil.

Hay quien ve en esta situación un proceso normal de innovación permanente. Pero se parece más a la improvisación de una sociedad caótica e inmovilizada, sin capacidad de pensar, que crea desconcierto, desarraigos profundos y pérdida de identidades, cuestiones que preocupaban a Bauman. Dice José Antonio Marina que en su último encuentro tenía una mirada de perplejidad "provocada por el sentimiento de encontrarse en una encrucijada, ninguno de cuyos caminos le parecía transitable".

En fin, que el mundo gira a gran velocidad hacia la distopía orweliana, en versión siglo XXI, que nos lleva a un terreno inexplorado lleno de más peligros que oportunidades y no tenemos un libro de instrucciones para poder sobrevivir con dignidad en ese nuevo escenario.

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