Opinión

Merecemos una tregua

CUANDO EL presidente de la Xunta convocó las elecciones para el 25de setiembre algunos políticos de la oposición le reprocharon que el día fuera elegido siguiendo la estela marcada por el presidente vasco que se anticipó comunicando una fecha que, probablemente, estuviera acordada por ambos.

Naturalmente, la llamada a las urnas es una potestad del presidente y la oposición ejerce su papel criticando la decisión, a pesar de que venía reclamando con insistencia que desvelara el día de los comicios, pero la polémica suscitada era tan estéril e inútil que apenas duró veinticuatro horas. Por tanto no procede terciar en este asunto, ni siquiera especular si la intención del presidente fue "buscar una campaña exprés", como le recriminó la candidata de un partido.

Pero sí hay que decir que muchos gallegos agradecen al presidente que haya elegido el último domingo de setiembre para ir a votar. Por una razón tan simple como que a estas alturas de la larga película política ya estamos saturados de mítines, de mensajes y promesas, de tertulias y tertulianos; estamos hartos de los discursos monocordes de los principales líderes políticos y de sus satélites que en las apariciones públicas se escuchan a sí mismos; y estamos cansados de leer las crónicas políticas y los sesudos análisis que aparecen en los medios de comunicación. Merecemos una tregua política.

Por eso en este agosto caluroso y festivo la gente, con buen criterio, pasa de política, prefiere departir con los amigos tomando unas cañas antes que escuchar proclamas y promesas. Sus centros de interés giran en torno a las vacaciones, a las playas, al campo y a los siempre gratos encuentros familiares en las fiestas y romerías que se celebran en todo su esplendor en el sosiego de las aldeas y en el bullicio de las villas y ciudades.

Este mes políticos y partidos tienen poca capacidad de convocatoria sobre el cuerpo electoral que agradece al Presidente esta tregua canicular para desconectar de la desbocada inflación de la política, que lleva meses invadiéndolo todo, y verse liberado del discurso monótono, reiterativo y cansino de los partidos.

Cuando llegue setiembre ya solo quedarán 24 días. Claro que quince de ellos serán de una campaña que seguirá el guión de las anteriores y nadie nos librará de escuchar las tonterías de siempre y, parafraseando a Moisés Naín, volverán a prometer lo que no se puede cumplir y distribuir lo que no hay. Pero habremos ganado un mes de agosto tranquilo.

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