Opinión

Miseria política

IMPRESIONA LA IMAGEN de los diputados de la Asamblea Nacional de Francia cantando con patriótica devoción La Marsellesa después de escuchar el discurso del presidente François Hollande, que llamaba a la unidad del país tras los terribles atentados de noviembre de 2016.

En Francia, las víctimas del terrorismo no son de la derecha o de la izquierda, son de todos los partidos políticos y el respeto a su himno, a su bandera y a los demás símbolos y valores de la República es compartido por todos. Esto es lo que hace grande a nuestro vecino del norte que mantiene su fidelidad a la "liberté, egalité, fraternité".

Muchos políticos españoles desprecian los símbolos y valores que deberían ser compartidos; están creando un país dividido, revanchista y crispado


Se dice que las comparaciones son odiosas, pero a veces son necesarias porque resultan muy ilustrativas. Hace veinte años era asesinado Miguel Ángel Blanco, un joven economista de origen gallego –la Xunta acaba concederle la medalla de Galicia– cuyo pecado era ser concejal del Partido Popular en la localidad vasca de Ermua. Aquel acto terrorista agotó todos los calificativos de repudio y condena y generó una rebelión cívica contra el terror al grito multitudinario que convocaba, como en la Marsellesa, "aux armes, citoyens!", a las armas de las manos blancas levantadas contra los pistoleros y contra la barbarie de la banda terrorista. En su pueblo nació 'el espíritu de Ermua' que prendió por toda España, llevó a las calles a millones de personas y convirtió a Miguel Ángel Blanco en símbolo para los españoles de bien.

La semana pasada rescaté de YouTube aquella imagen de los padres de la patria de Francia unidos frente al terrorismo y a la muerte de sus compatriotas. Nada que ver –y ahora viene la comparación– con la respuesta de muchos cargos políticos españoles que veinte años después 'celebraron' el aniversario del vil asesinato de Miguel Ángel Blanco en un clima de división, con indiferencia y sectarismo en unos casos y miseria moral en otros.

Lamentablemente, muchos políticos españoles desprecian los símbolos y valores que deberían ser compartidos; están creando un país dividido, revanchista y crispado, y son incapaces de recuperar la cohesión democrática para honrar la memoria de los muertos.

Se puede ser de izquierdas o de derechas, progresista o conservador, rebelde o conformista, nacionalista o jacobino, pero hay que tener claro que el enemigo común es el terrorismo y las víctimas que causa pertenecen a todos.

Con esta tropa, uno siente envidia sana y democrática de la unidad de los políticos franceses.

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