Opinión

Pesimismo e indignación

La realidad sanitaria, económica y política está inoculando los virus del pesimismo y la indignación en muchos ciudadanos. El pesimismo llega por el riesgo de ser tocados por el coronavirus, que sigue activo, y por la certeza de que, tras la pandemia sanitaria, todos seremos víctimas de sus destrozos en la economía. 

Las previsiones macroeconómicas de la vicepresidenta asustan. Son la consecuencia de la paralización de la actividad económica en casi todos los sectores que tiene su lado más visible en el cierre de miles de empresas —y la legión de parados— que mantenían vivo el sistema productivo.

El virus de la indignación lo contagia la realidad política. El país necesita un plan estratégico de reconstrucción que solo es posible con el acuerdo entre el partido gobernante y el mayoritario de la oposición, que está llamado a gobernar. La unión de ambos ofrecería a los mercados -los inversores que financian la deuda- y a la Unión Europea la confianza y estabilidad que no transmite el Gobierno con el socio que le acompaña.

Por eso, a estas alturas el Ejecutivo debería tener convocados a la oposición, a los agentes sociales y a distintos expertos para trabajar en la recuperación económica -en Galicia la Xunta cuenta con un Comité de sabios para encararla- porque esta hecatombe le desborda y no se supera con el escudo social o con medidas deslavazadas de liquidez que no llegan a tiempo a empresas y autónomos derrumbados por la crisis.

Todos son responsables, pero el primero es el Gobierno. Su presidente aparece en televisión con una pose tan calculada como poco creíble  

Pero parece que sus señorías ni sienten, ni padecen. Ante la devastación se comportan como Nerón que tocaba la lira mientras ardía Roma y su indolencia transmite el virus de una profunda indignación a los ciudadanos.

Todos son responsables, pero el primero es el Gobierno. Su presidente aparece en televisión con una pose tan calculada como poco creíble y, en palabras de Urbaneja, "destila autoestima y satisfacción por la gestión de la crisis". Pide apoyos a la oposición que desprecia y no escucha ni respeta a las autonomías, aunque se reúna los domingos con los presidentes. También son culpables los populares que no cumplen su función de alternativa, al menos no desvelan su plan de recuperación, si lo tiene.

En fin que pesimismo e indignación están justificados. En el peor momento tenemos los peores dirigentes, unos adolescentes políticos que llevan la nave del país hacia el abismo cuya primera estación es el rescate económico. Tendrán que aplicar recortes que sufriremos todos que ellos justificarán con el mismo ardor con el que condenaban los que hizo el gobierno popular. Cosas veredes.

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