Opinión

Promesas a la desesperada

PEDRO RODRÍGUEZ, aquel gran cronista de la Transición, aconsejaba a los políticos recalar en Betanzos, ciudad de gran sensibilidad política y social que deja su impronta en el ánimo del visitante.

Visitar Betanzos fue lo que no hizo Pedro Sánchez el pasado jueves, pero en su favor hay que decir que estuvo acertado eligiendo A Coruña ara desarrollar una agenda apretada en su periplo galaico. En la Plaza de Lugo -la plaza de abastos es la zona cero de toda campaña electoral- recibió un baño de masas, después acudió a la Universidad, se entrevistó con el alcalde, puso a sus concejales a los pies de las Mareas y emulando a Mario Dragui dijo que, si llega al Gobierno, «haré todo lo posible porque Galicia tenga lo que merece».

Dicho así es una generalidad, pero en esta visita a Galicia desveló que esa promesa difusa pudo concretarse en una serie de acciones para esta tierra. Fue en la entrevista que publicaba La Voz de Galicia el día de su llegada en donde señaló que, a cambio del apoyo de En Marea para su investidura, «les propuse revisar la prórroga de la concesión de ENCE, regenerar la ría de O Burgo, revisar la cuota pesquera, defender el sector lácteo, derogar la ley de costas, revisar la financiación local, derogar la ley de racionalización de las administraciones locales y aprobar una ley de pluralidad lingüística e incorporar al Instituto Cervantes el gallego como lengua a potenciar y difundir en el extranjero».

Cuando los políticos entran en trance, pierden el control verbal y prometen con tanta alegría que hay que inmunizarse con dosis de escepticismo y humor

Esas propuestas cambiarían la faz de Galicia, pero parecen hechas a la desesperada y a la medida de lo que sus interlocutores de En Marea querían oír, que tampoco le creyeron. En este sentido Sánchez recuerda a aquel candidato que mitineaba en Betanzos y en un último intento para emocionar a un auditorio frío preguntó: «betanceiros, qué queredes?». «Que suba o pan e baixe a caña e catro colleitas ó ano», le contestaron. La leyenda concluye que aquel político bisoño prometió tratar el asunto en Madrid «con premura» y se burlaron de él de manera elegante coreando ¡Viva Premura!

Cuando los políticos entran en trance, pierden el control verbal y prometen con tanta alegría que hay que inmunizarse con dosis de escepticismo y humor, como hicieron los betanceiros del cuento, para no creer en los milagros y paraísos que ellos inventan. En la Ciudad de los Caballeros, cuya visita recomendaba Pedro Rodríguez a los políticos, seguro que su homónimo Pedro Sánchez sería más comedido en sus promesas.

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