Opinión

Sus señorías descansan

Preguntaba un ciudadano apostado en la barra de su cafetería habitual: "¿Alguien sabe cómo se mide la productividad de un diputado?". Su colega de vinos, ante la dificultad de la respuesta, contestaba como los concursantes de un conocido programa de TV: "Paso palabra".

Uno de los indicadores de la laboriosidad de sus señorías es el contacto con sus electores que, al no ser parlamentarios de distrito, se circunscribe a pulsar el estado de ánimo de la gente en la calle, en las plazas de abastos y en distintos foros para conocer sus problemas y llevarlos al Congreso. Allí, su productividad se sigue midiendo por las iniciativas legislativas, la participación en comisiones, la elaboración de informes para sus grupos, el seguimiento y fiscalización de la gestión del Gobierno y otras funciones.

Pero sus señorías están descansando. Que se sepa, ni pisan la calle para hablar con los ciudadanos, ni trabajan en sus despachos o escaños en el Congreso. Llevaban más de un año con escasa actividad -"sin dar golpe", dice un paisano informado- y en diciembre ‘decretaron’ por acuerdo unánime de todos los grupos, incluidos los de la nueva política, cerrar el Congreso hasta el 31 de enero.

Recuerden la de cosas que han ocurrido desde el día 9 de enero en este país que rebosa vitalidad y en el mundo que "no se detiene ni un momento", como cantaba Yimmy Fontana. Empresarios y trabajadores están produciendo; los escolares preparan la segunda evaluación; los universitarios cerraron el primer cuatrimestre; el Rey viajó a Portugal y Arabia; tomó posesión Trump; se reunió la conferencia de Presidentes; nos divertimos con la disputa Iglesias-Errejón; asistimos al penúltimo episodio del Yak-42; el PSOE ya tiene un candidato; la justicia encarcela a ex directivos de la caja gallega; crece la indignación por el precio de la luz; se jugaron tres jornadas de la liga de fútbol y tres eliminatorias de la Copa….

Ahora estamos doblando la última curva de la cuesta de enero y sus señorías, fieles al dicho "vengan días, caigan meses y sueldos", aún están de vacaciones. ¡Con las leyes que hay que promulgar, con las reformas que hay que acometer, con los acuerdos que hay que cerrar para corregir las debilidades del país!

No soy capaz de encontrar un solo argumento que justifique tanta holganza, que es legal y democrática. Pero a veces los representantes de la democracia se conceden prebendas que la sana razón ciudadana no les otorga.

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