Opinión

El narcisismo frívolo de Arrimadas

Los partidos que iban a regenerar la política española, Podemos y Ciudadanos, han terminado representando lo peor de la misma: el cortoplacismo, la prioridad de los intereses de la cúpula dirigente frente a los problemas del país y la ocupación clientelar de las instituciones. Su declive electoral es consecuencia de la claridad con la que se han retratado ante los electores. Líderes narcisistas encumbrados gracias a un inteligente manejo de las nuevas formas de comunicación pero cuya capacidad para dirigir los intereses de un país, era mínima y siempre por demostrar.

El bochorno de la moción de censura de Murcia es solo una viñeta más de la situación. Que dirigentes relevantes del PSOE se hayan dejado arrastrar con el doble propósito de subordinar a Ciudadanos y de favorecer el crecimiento de Vox en detrimento del PP, no dice mucho de su capacidad política. Porque en Murcia, simplemente no supieron contar los votos de los diputados. Además han sumado una moción de censura extemporánea y no negociada en Castilla-León, de la que vienen hablando en público desde hace semanas, aumentando la sensación de chapuza en la antaño rigurosa sede socialista de Ferraz.

Que Inés Arrimadas adolece del mismo narcisismo frívolo que su anterior jefe, Albert Rivera, era cosa sabida. Su espantada tras ganar las elecciones catalanas fue premonitoria de una forma de actuar que subordina la política al interés no ya de partido, sino personal. El autoritarismo interno que ha salpicado de defecciones a la organización tuvo su último episodio precisamente en Murcia donde desde hace meses intentaban eliminar a su propia vicepresidenta autonómica. Las irregularidades de aquel Gobierno autonómico no les aconsejaron en ningún momento dimitir y tomar distancias con el PP antes de emprender una nueva aventura. La misma mañana que presentaron la moción de censura hubieron de ser cesados pues ni en ese momento dimitían. En el colmo del cinismo, Ciudadanos ha explorado en Murcia el acuerdo con Vox para ganar la moción de censura, negado por los unos pero confirmado por los otros. El PSOE ha preferido guardar silencio ante la evidente desmesura del intento.

La escisión fue inevitable y quienes ahora acusan a sus compañeros de ayer, solo aspiraban a lo mismo: ocupar sus puestos. Llamarle a eso mafia siciliana o mercado de esclavos indica el deterioro semántico de las palabras en la política. Hoy cualquiera puede ser tildado sucesiva y a veces simultáneamente de corrupto, fascista, machista o cualquier otro epíteto que funciona como los adjetivos de mucho uso, desprovistos de carácter connotativo. En el fango de la vida pública española actual ni siquiera ofenden.

La frivolidad tiene precio y en este caso dramático. La reacción enérgica de Ayuso y Casado puede dejar a Ciudadanos sin representación parlamentaria en Madrid o con una representación mínima, lo que confirmaría su ocaso. Todavía está por ver lo que determinan otros dirigentes territoriales que sienten el vacío electoral bajo sus pies, en Castilla-León, Andalucía o Valencia. Si en su momento la negativa de Rivera a formar Gobierno con el PSOE ya indicó la carencia de objetivos en Ciudadanos, la dirección errática de Arrimadas confirma que la hoja de parra que exhibían en sus primeros carteles no era metáfora de transparencia sino de vacío.

Se va el partido que podía haber moderado al PP y no supo, que podía haber gobernado con el PSOE y no quiso, que podía haber creado un espacio liberal y pactista en la política y ni siquiera lo intentó. Se han esforzado en no ser útiles y por fin lo han conseguido. El puñado de dirigentes con capacidad que aún quedan, como Edmundo Bal o Luis Garicano entre otros, no podrán impedir la derrota electoral merecida que se avecina. Fin del ensueño.

De modo que la maniobra de la Moncloa hasta ahora solo ha conseguido acelerar la ruina de Ciudadanos, de la mano de su presidenta, y encumbrar a Ayuso, justo lo contrario de lo que se perseguía. Solo tenían que contar seis votos y se equivocaron en tres. Y, aún más sorprendente, se olvidaron de la estrategia que sigue Ayuso desde el día que tomó posesión, erigirse en modelo alternativo de Sánchez. Se lo pusieron en bandeja de forma que sería muy torpe no aprovecharlo.

La debilidad de los partidos madrileños de izquierda y la falta de dirigentes capaces de invertir las encuestas han llevado a Iglesias a postularse como candidato. El objetivo, sustituir a Ayuso como contrafigura de Sánchez, superando al PSOE en votos mediante la apelación al voto útil. Ha leído las encuestas y sabe que le conviene más ser presidente autonómico que Vicepresidente estatal, especialmente tras la radicalización del Gobierno catalán. Si lo logra, desestabilizará tanto o más que la actual presidenta popular. La política avanza en polarización sin espacios intermedios. La batalla de Madrid abrirá un nuevo ciclo político. 

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