Opinión

Sánchez se reafirma y Casado cede espacio

EN BARCELONA hemos visto cómo la legislatura se consolidaba aunque el programa oficial y las declaraciones de los protagonistas fuesen en otra dirección. Sin resultados de una reunión convocada para respaldar al presidente catalán pero carente de contenido, solo importaba la foto. Cuatro ministros frente a dos consejeros catalanes, sin nada que decirse durante un par de horas, mientras en sala aparte los dos principales mandatarios trataban lo que de verdad importa: el apoyo mutuo en las Cortes y en el Parlamento catalán para aprobar los respectivos Presupuestos con los votos de ambas fuerzas. Al hacerlo, uno y otro presidente se garantizan continuar en sus cargos hasta 2023, cuando Pedro Sánchez convocará elecciones, probablemente antes de las municipales, y Pere Aragonès afrontará una moción de confianza.

Zanjado lo principal, continuar ambos en el poder, lo accesorio, es decir, el problema secesionista, la ampliación del aeropuerto barcelonés, puede esperar. Mejor aún, puede evolucionar hacia un conflicto doméstico entre partidos catalanes. Cuando se pongan de acuerdo, la legislatura habrá terminado.

Faltó JxCat a la cita, porque nada tenía que ganar en el encuentro y mucho que perder, al legitimar con su presencia un acto vacío de contenido, como hemos dicho. Al ausentarse, debilita la imagen del presidente catalán, reduciéndolo a portavoz de ERC, ni siquiera a dirigente máximo, cargo que ostenta Oriol Junqueras. La hueste de Puigdemont, hegemónica en Cataluña durante cuatro décadas, no digiere bien que un parvenu les haya arrebatado la primera magistratura. Los votantes de las clases altas, mayoritariamente a favor del secesionismo, están sufriendo todas las contradicciones posibles: retroceso económico, huida de empresas, parálisis de las inversiones, división nacionalista, izquierdismo creciente. Quienes supieron acomodarse con Franco y obtener los máximos réditos antes de embarcarse en la segregación de la mitad de los catalanes bajo las ambiguas banderas de la inmersión lingüística y la nación, se encuentran ahora en un escenario político sin salida, con dirigentes mediocres cuando no iluminados.

La preparación de la reunión barcelonesa nos deparó una vez más el espectáculo de un periodista solvente, Carlos Franganillo, reducido a comparsa del monólogo presidencial, donde se publicitaban los acuerdos ministeriales del día y sobre todo se anunciaba lo poco que se podía esperar de la entrevista entre ambos gobiernos. Iñaki Gabilondo comenzó a construir su leyenda cuando sometió a Felipe González a un durísimo interrogatorio, en el límite de la cortesía, cuando lo habitual es el servilismo cuando no adulación en las entrevistas presidenciales.

Por su parte, convencida Isabel Díaz Ayuso de su fuerza política, ha demandado con urgencia el control de la organización en su territorio, desbaratando los planes de la dirección del PP, que no desea tal escenario por razones más que evidentes pues significa recrear las tensiones entre Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre además de colocar a la propia Ayuso como posible sucesora de Casado. La acritud con la que se han enfrentado unos y otros, llegando a usar la corrupción en el PP madrileño como argumento contra Aguirre, no beneficia en nada a Pablo Casado. El equilibrio entre lealtades y baronías es precario en todos los partidos. Los líderes con respaldo electoral no aceptan fácilmente las imposiciones del aparato central. Gobernando, la lealtad se consigue asociando a todos al reparto de prebendas y oportunidades. Pero en la oposición poco se puede repartir.

Al intentar oponer al alcalde de Madrid, Casado consuma el debilitamiento de todos ellos y además crea hostilidades innecesarias entre unos y otros. Es una situación recurrente en todos los partidos y que nos recuerda que uno de los actores relevantes de la política, además de los candidatos, son los propios aparatos partidarios, con una agenda propia, a veces muy distinta de los programas electorales.

El resultado de todo ello es que Sánchez se encuentra mejor que antes del verano y Casado, correlativamente, peor, cuando todas las encuestas dan a Ciudadanos por amortizado y por tanto nada más se puede crecer en ese nicho. La distancia entre los principales partidos se va estrechando y los errores estratégicos pueden decantar la mayoría.

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