Opinión

Dos años de moratoria sin peajes

LA ASAMBLEA General de las Naciones Unidas acordó designar el tercer domingo de noviembre de cada año como Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas de Accidentes de Tráfico. El objetivo de esta conmemoración es el de reconocer el sufrimiento de las víctimas de los siniestros viales y concienciar a la opinión pública sobre los daños devastadores, tanto personales como económicos, que los accidentes de tráfico producen en la población mundial.

Pues bien, en Galicia en 2018 se registraron 144 muertos en accidentes de tráfico. Este dramático dato nos sitúa en la no menos dramática primera posición, no ya de España sino de Europa, en cuanto a la proporción de muertes en carretera por número de habitantes.

Tenemos a diario y delante de nuestras propias narices todo un problema. Un grandísimo problema. Máxime si tenemos en cuenta que Galicia es una comunidad que pierde población a pasos agigantados y que no hay visos de que esa situación revierta ni a corto ni a medio plazo.

Pero puede que también tengamos delante de nuestras narices la solución. Lo triste es que, a pesar de las gravedad de sus consecuencias, nadie se atreve a coger este toro por los cuernos.

Yo propongo una medida. Bien clara y concreta. Y, por supuesto, factible si de verdad hay voluntad. Propongo liberar los peajes de todas las autopistas de Galicia durante dos años, desde el 1 de enero de 2020 hasta el 31 de diciembre de 2022. Se trataría de dos años de moratoria. Es decir, que la concesión de la AP-9, que finaliza en 2048, se prorrogaría después dos años más, hasta 2050, a fin de que la empresa concesionaria mantuviera intactos sus derechos.

Estoy firmemente convencido de que si liberamos de peajes nuestras autopistas durante esos dos años evitaríamos cien muertes en carretera en cada ejercicio. Hagamos la prueba. Nadie va a salir perjudicado, nadie puede perder nada. Ya digo que se trataría de un periodo de moratoria que las concesionarias recuperarían más tarde.

La mayoría de las personas que fallecen en nuestras carreteras lo hacen en carreteras secundarias. En el último decenio en la AP-9 se han registrado 21 muertos en accidentes, en tanto que en el resto de nuestra red viaria se acercan a los 1.500. Pero es que son muchas las personas que en un hábitat tan disperso como el de Galicia transitan a diario por carreteras alternativas porque no pueden permitirse el pagar un peaje en cada uno de sus desplazamientos. Y ahí es donde comienza esta dolorosa sangría.

No quiero incidir mucho en este artículo en lo que supondría para nuestras empresas a nivel de competitividad no tener que soportar los costes que en Galicia implica el desplazarse o el envío de mercancías. Centrémonos por esta vez en la vertiente humana. Ciento cuarenta vidas por año sí que es un precio que los gallegos no podemos pagar. Pongámosle freno, como dice una campaña de televisión. Probemos suprimiendo durante esos dos años los peajes. Después, visto el resultado sabremos con datos objetivos si vale la pena afrontar el rescate de esas autopistas. Y quien no esté dispuesto a asumir el reto que se lo diga a los padres, madres y hermanos de cada una de las víctimas.

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