Opinión

Por convivencia no, por conveniencia

A ESTAS alturas ya estamos más que acostumbrados a que nuestros políticos utilicen los argumentos más inverosímiles o los más estrambóticos para justificar determinadas posiciones o determinados hechos. Pero cuando creíamos que ya lo habíamos visto y escuchado todo, aparece Pedro Sánchez y nos suelta en toa la cara que lo de la amnistía lo ha hecho en aras "de la convivencia". ¿Cómo te quedas?

Pues él se quedó bien tranquilo. Esbozó esa media sonrisa forzada que utiliza para disimular sus barrabasadas y a otra cosa, mariposa, que lo de la investidura ya está arreglado.

Pues no, señor Sánchez, no. Si usted y los suyos van a aprobar una ley de amnistía no es por la convivencia de los españoles sino por su propio interés. Porque era la única manera que tenía de mantenerse en la poltrona. Aun sabiendo de sobra que lo que iba a provocar su medida eran airadas protestas y una profunda brecha de desigualdad entre los ciudadanos de este país.

¿Cómo se puede tener la cara de decir y de defender que lo ha hecho por la convivencia cuando llevamos diez días con manifestaciones y con un ambiente crispado como pocas veces habíamos visto en democracia? Debe tener usted un muy extraño concepto de la convivencia, porque lo que estos días estamos viendo en las calles de toda España es precisamente una brutal ruptura de la misma. Y lo que nos queda por ver…

En alguna ocasión, en esta misma sección, he dejado escrito que incluso estaría dispuesto a aceptar una amnistía siempre y cuando los amnistiados reconociesen que se saltaron la ley y manifestasen sin ningún lugar a dudas su taxativa voluntad de ajustarse a la legislación vigente y al marco constitucional. Pero es evidente que eso no ha ocurrido ni va a ocurrir. Este mismo domingo escuchaba a Oriol Junqueras decir que sentía orgulloso de lo que hizo y que llegado el caso volvería a hacerlo, aunque de nuevo le supusiera entrar en la cárcel. ¿Es para eso para lo que Pedro Sánchez los amnistía? ¿Para que se vuelvan a rebelar y a crear un conflicto doloroso e innecesario? ¿O para dejar claro que en este país hay ciudadanos de primera y de segunda y que no todos somos iguales ante la ley?

Porque esa es otra. Quienes siguen esta sección saben que una de mis teimas recurrentes es la defensa de la igualdad. Llevo años dando la matraca con eso porque defender la igualdad significa siempre defender al más débil. ¿No se supone que esa debería se la máxima de un socialista? Pues se ve que no.

Y si el argumento de la convivencia parece una burla, no es menos falaz el de que la investidura de Sánchez se justifica por el mero hecho que le dan los números, de que hay una mayoría parlamentaria que lo justifica. En ese sentido coincido con lo que exponía hace unos días por un comentarista político cuando se preguntaba si entonces también sería legítimo un hipotético pacto, por ejemplo, entre Vox, Bildu, BNG, Junts y cualquier otra fuerza política, fuera de la ideología que fuera, si alcanzaban los 176 diputados. Es evidente que la respuesta es no. No todo vale. La política no es el arte de sumar. Es el arte de procurar el bien general de los ciudadanos. Y eso está claro que hoy no ocurre.

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