Opinión

El desconcierto de cada Año Nuevo

HACE YA tiempo que los españoles venimos sumando nuevas tradiciones a las que históricamente determinaban la entrada de un nuevo año. Y no, no hablo en esta ocasión del vestido de Cristina Pedroche, ni de los jerseys de renos. Por desgracia, me refiero a otras cuestiones que generan bastantes menos simpatías.

Ya es común para los españolitos de a pie desayunar cada primero de año con una retahíla de subidas de precios y de impuestos. Es dar las campanadas y acabarse la alegría. Y más aún tras un año como el que dejamos atrás, con una inflación disparada, que en diciembre ha alcanzado el 6,7%, el mayor nivel en tres décadas.

Suben las cuotas de autónomos, suben los carburantes, sube la energía eléctrica y suben, por supuesto, las cargas impositivas que tenemos que soportar. Desde el mismísimo día 1 de enero se han incrementado los impuestos de matriculación de vehículos, el IRPF y el impuesto de sociedades, al tiempo que ha reducido la desgravación por planes de pensiones.

Pero no teman, no pasa nada. La ministra del ramo, María Jesús Montero nos tranquiliza asegurando que en España sigue habiendo margen para subir más impuestos, ya que la presión fiscal efectiva dista mucho de la del conjunto de la Unión Europea. En realidad es un mantra que el gobierno de Pedro Sánchez viene repitiendo de forma reiterada desde que llegó al poder. Como si a base de repetirlo mil veces se convirtiese en cierto.

Pero para nada es así. Como lo ha evidenciado el informe realizado por el Instituto de Estudios Económicos y la Tax Foundation de EEUU, según el cual España ocupa el puesto número 30 de entre 37 países en lo referente a su competitividad en función de sus respectivos sistemas fiscales.

La conclusión del informe es demoledora: "El modelo tributario español es perjudicial para el crecimiento económico". El citado informe también concluye que la asfixia tributaria a la que estamos sometidos los españoles es una de las más nocivas para el crecimiento económico si se compara con los principales países de la OCDE.

Dos conclusiones que ya intuíamos pero que no está de más que reconozcan y corroboren prestigiosas entidades independientes. A ver si así alguien se da por aludido. Aunque tampoco se hagan muchas esperanzas.

Tenemos múltiples experiencias de cómo este gobierno hace oídos sordos ante las incuestionables evidencias de que sus políticas están poniendo en riesgo la economía y las empresas de este país. Cada vez somos menos y menos competitivos, lo que representa, sin duda, la antesala de la tragedia.

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