Opinión

El país que quiero

Sébastien Jondeau, quien fue amigo del "Káiser", relata en un libro los últimos días del diseñador fallecido hace 2 años
LEO Y escucho estos días opiniones elevadas de tono y profundamente indignadas respecto a la decisión de varios youtubers de trasladar su residencia a Andorra a fin de evadir la elevada carga fiscal (el 50% de sus ganancias) que soportaban en España. Ni entro ni salgo en la justificación o no de su decisión. Como no entro ni salgo en la proporcionalidad de la rentabilidad de su negocio, que, como es el caso de alguno de los youtubers ahora expatriados, llega a superar los 4 millones de euros al año.

Me parece demasiado simplista demonizar a unas personas que se van de este país cuando están en su legítimo derecho de hacerlo. Considero que lo verdaderamente importante de esta situación es analizar la cuestión que subyace de fondo y que lleva a estos yotubers, como en otros momentos recientes llevó a otros famosos deportistas, actores y músicos, a cambiar su residencia fiscal en instalarse en Andorra. Un estado que, dicho sea de paso, nos da unas cuantas lecciones en cuanto a la calidad de su sanidad, de su educación o de su seguridad, por citar algunos ejemplos.

Yo no quiero un país del que se vaya su gente. Yo quiero un país que la retenga. Es más, que sea atractivo hasta el punto de atraer a gente de fuera. Pero no solo para disfrutar y veranear, sino para emprender, invertir y desarrollar iniciativas que generen aquí empleo y riqueza.

Pero por desgracia España, hoy por hoy, está muy lejos de ser ese país. España es hoy un país que, en contra de la tendencia que se impone en el resto de los de su entorno, decide en plena pandemia incrementar la presión fiscal sobre los autónomos; un país que estrangula y sacrifica sectores fundamentales como la hostelería o el comercio, negándose a adjudicarles ayudas directas que les permitan sobrevivir en el actual contexto; un país en el que los sacrificios se les exigen siempre a los mismos, precisamente a quienes no viven a cuenta del erario público.

No quiero que España sea un paraíso fiscal. Pero tampoco quiero que sea el inferno tributario que ahora es. Quiero una España atractiva, competitiva e igualitaria. Y hoy, por desgracia, dista mucho de serlo.

España hoy es un paraíso para los de siempre. Para los que viven del sistema. Hasta el punto de que, creo que por primera vez en la democracia, asociaciones y organizaciones de todo el territorio y de todos los sectores de autónomos, unidos bajo el nombre de Unión de Asociaciones Libres, han convocado un paro nacional que tendrá lugar el próximo 24 de febrero.

Un paro que consistirá en el cierre de todos los negocios y empresas de autónomos, transporte y de todo el sector primario, acompañado de movilizaciones, que debido a la pandemia consistirán en una marcha motorizada en las capitales de provincia.

Los convocantes solicitan medidas que mitiguen los daños que la situación de pandemia y las medidas tomadas por los gobiernos le están causando al sector que más puestos de trabajo y riqueza genera en España, así como medidas que mejoren el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos, la reducción de los pagos abusivos a las administraciones y la flexibilización y mejoras en la Ley de Segunda Oportunidad.

Eso son los problemas y los traumas la España real. La de quienes nos quedamos aquí, luchando por nuestros negocios. Y por el país que queremos. Aunque en demasiadas ocasiones sintamos que ese querer no es recíproco.

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