Opinión

La teta inagotable, ¿no?

TENEMOS LA costumbre, los españoles en general y los gallegos en particular, enredarnos eternamente en conflictos y disquisiciones. Y entre tanto no prestar la debida atención a determinadas señales de alarma sobre cuestiones en las que sí que nos va la vida.

En estos últimos tiempos en los medios de comunicación, en las tertulias, en las redes y en los cafés no se habla de otra cosa que no sea Cataluña y la formación del nuevo Gobierno, además de, por supuesto, el consabido fútbol. Que no digo yo que no sean asuntos de interés y de enorme calado. Pero tanto nos ocupan que no dejan espacio para otras noticias, como la que estos días recogían, sin demasiado énfasis, algunos medios acerca del nivel de dependencia de nuestra comunidad respecto del erario.

Según datos de la Agencia Tributaria, más de la mitad de los gallegos dependen de una pensión o del subsidio por desempleo. De los más de 1,8 millones de gallegos que en 2018 declararon sus ingresos tan solo un 45 % tienen como único sustento el salario que perciben por su trabajo. El otro 55 % dependen, en mayor o menor medida, de alguna prestación pública, ya sea pensión o subsidio por desempleo.

Si a ese 55% le sumamos toda esa gente que, de una forma u otra, de un modo total o parcial, cobra también todos los meses del erario –me estoy refiriendo a empleados públicos, alcaldes, diputados y conselleiros, concejales liberados y demás cargos políticos, asesores, etc...-, ¿a cuánto ascendería realmente el porcentaje de gallegos que viven de lo público? Ni siquiera me atrevo a aventurarlo pero no me extrañaría que superase el 70% de nuestra población.

Para un liberal como yo, esto es un auténtico disparate. Al que, ya digo, apenas he visto que nadie haya hecho caso ni mención.

Hace no muchos años en determinados foros se hablaba del temor a un proceso de albanización de determinadas economías occidentales por su dependencia de lo público. Pues no era un temor. Ya lo tenemos aquí. Un país en el que los ingresos cerca de tres cuartas partes de la población dependan de ello está mucho más cerca de una república socialista que de una economía de libre mercado. Y eso no solo resulta inquietante sino terriblemente preocupante.

Por supuesto, no estoy demonizando a nadie. Ni a quienes cobran unas pensiones que con toda justicia merecen, ni a quienes desempeñan un puesto de trabajo en las Administraciones. Tan solo pongo el foco y me hago eco de unos datos oficiales que creo que merecen una reflexión.

Porque, además, nada hace indicar que se vaya a invertir la tendencia. La sociedad gallega se hace cada vez más vieja. En los próximos años se incrementará notablemente el número de pensionistas a la vez que descenderá el de cotizantes. Y, por otra parte, nuestros gobernantes lejos de poner en marcha políticas que apoyen el emprendimiento y la generación de empleo, lo único que veo es que convocan más y más plazas públicas cada año.

Si seguimos tensando la cuerda está claro que llegará un momento en que el sistema, la teta de mamá Estado, ya no se podrá soportar con lo que aportamos quienes vivimos solo de nuestro salario del mercado libre. Y entonces, ¿qué?

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