Opinión

Nuevas elecciones: ¿Cambiamos al entrenador o renovamos la plantilla?

MES Y MEDIO ha transcurrido ya desde que el 20D visitamos las urnas y estamos como estábamos. Bueno, no es cierto. Estamos bastante peor, además de confusos y desorientados. Tras la negativa de Mariano Rajoy a someterse a una sesión de investidura perdida de antemano y dadas las enormes dificultades que va a tener Pedro Sánchez para salvar la suya, una de las hipótesis que con mayor verosimilitud se contempla es una nueva convocatoria de elecciones, de modo que sea la propia ciudadanía la que deshaga el malvado entuerto que creó.

En cuanto a esta hipótesis, cada vez menos remota, de una nueva cita electoral, se han manifestado en contra casi todos los representantes políticos y la mayor parte de los opinadores profesionales. Como tantas veces me ocurre, de nuevo voy contra corriente. No me parece para nada una mala idea esa nueva llamada a las urnas. Este mes y medio ha sido de lo más clarificador, para lo bueno y para lo malo, y creo que deben ser los españoles, con sus votos, quienes pongan de nuevo a cada uno en el lugar que le corresponde, que mucho me temo no va a ser el mismo que el actual.

Eso sí, ante esa hipotética cita electoral, ¿qué hacemos, cambiamos al entrenador, como sugieren algunas voces, o renovamos la plantilla y cambiamos a algunos jugadores? Evidentemente, yo opto por la segunda opción.

Creo que una de las ventajas que tendría esta nueva llamada a las urnas es precisamente que los partidos disfrutan de una valiosísima información que antes no tenían, que no es otra que la de los resultados del 20D.

Así, imagino que, por ejemplo, el Partido Popular no volvería a incluir en sus listas al ahora diputado Pedro Gómez de la Serna ni probablemente a la ahora senadora Rita Barberá. Y al igual que con ellos se debería hacer con otros muchos candidatos que el 20D perdieron muchos votos en sus circunscripciones.

Hoy los partidos tienen en su mano datos recientes que les permiten saber quién tiene tirón electoral y quién no. Y mal harían si no aprovechan tan valiosa información para enrocarse en un endogámico juego de absurdas fidelidades que, ya se ha visto, la ciudadanía no comparte ni perdona.

En el caso de que no se resuelva, como parece que va a ser, la formación de un gobierno estable, todos los partidos tienen ante sí una oportunidad única y excepcional. Si un delantero no mete goles se le sustituye por otro que está más en forma. Si un candidato político no ha sido respaldado por sus votantes también debería ser sustituido por otro más eficaz, capaz de conectar con la sociedad a la que debe representar.

Siempre he defendido que los cargos públicos deberían ser ocupados por personas que ya hayan demostrado su valía en el ámbito privado, que hayan sido capaces de generar empleo y riqueza, bien fuera material o intelectual. No me gustan los burócratas que no han conocido más vida ni tienen más carrera que la política. Y lamento que los partidos recurran tanto a ellos a la hora de configurar sus listas. No debería bastar con besar el escudo de la camiseta. Después ocurre lo que ocurre. La falta de sintonía se paga con falta de votos.

Creo que unas nuevas elecciones supondrían una extraordinaria oportunidad para renovar no sólo las caras sino también las ideas, para incorporar nuevas propuestas, para recuperar territorios perdidos. Yo, desde luego, prefiero esa opción a tener que padecer durante cuatro años las consecuencias de pactos antinatura.

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