Opinión

Practicar el amor

SEMANA TRAS semana, de un modo casi invariable, dedico esta sección a reflexionar en voz alta en torno a cuestiones de actualidad que casi siempre tienen una notable componente de denuncia, protesta, cierta irritación o desencanto. Cierto es que, debido a mi propia condición entusiasta, siempre que el tema en cuestión me lo permite intento transmutarlo en optimismo, aportando ideas o sugerencias en un tono constructivo. Pero, ya digo, siempre que puedo. No faltan las semanas en las que la tozuda realidad provoca que se imponga lo agrio sobre lo dulce.

No quiero que sea el caso de esta semana. Que ya bastante crispado está el ambiente. Prefiero aislarme siquiera por un momento y dejarme contagiar, al menos estos días, por ese denostado buenrrollismo. O si lo prefieren, llamémosle amor.

Este jueves celebramos San Valentín, el día de los enamorados. Sí, ya sé que para algunos no es más que la imposición de otro reclamo consumista. Yo, qué quieren que les diga, sea lo que sea no desaprovecho ninguna oportunidad para manifestar mi amor o mi agradecimiento para con aquellas personas a las que quiero.

El amor, tal y como yo lo entiendo, ha de ser incondicional, generoso, altruista, desinteresado. Nunca egoísta o condicionado. De hecho, en la filosofía budista el amor y el ego son incompatibles.

Pero el amor es también compromiso. De ahí que pueda ser extendido y referido mucho más allá de las meras relaciones personales. Cuando en algunas ocasiones he hablado de amor a mi tierra y a mis gentes no lo hacía en sentido metafórico ni figurado. Hablaba de un amor real, tan palpable o más como ese que se manifiesta en una mirada cómplice y fugaz, que pasa a convertirse en una sonrisa compartida y después en un beso, una caricia, un abrazo.

Al margen de mi nunca escondida ideología, desde que hago esta sección, yo, que no soy cargo orgánico de ningún partido, he mostrado siempre y sin rubor mi amor por nuestro entorno, por el futuro de nuestros hijos, por el bienestar de nuestros vecinos. Y lo he hecho de ese modo altruista en el que yo entiendo el amor. Seguro que, en ocasiones, diciendo cosas que hayan podido gustar a unos más que a otros. Y seguro que me habré granjeado también alguna antipatía. Pero me puede más ese amor por conseguir un futuro mejor para los nuestros que el pararme en prendas y en consideraciones de las consecuencias personales que puedan acarrear mis ideas o mis palabras.

Entre las muchas definiciones que uno puede encontrar del amor está aquella que dice que el amor es dar sin esperar nada a cambio. Yo sí espero algo a cambio, pero no a título particular sino colectivo. Por eso alzo la voz o tecleo estas palabras. Siempre bajo el dictado de mi conciencia. Por desgracia, veo con demasiada frecuencia el caso de personas que dicen lo que les interesa en cada momento, dependiendo del lado de la barrera desde el que vean los toros. No es mi caso, desde luego. Los que yo propongo, abierto en canal, son siempre mis argumentos y, al contrario de lo que decía Groucho Marx, no tengo otros.

Comentarios