Opinión

La que fue excelencia turística

Desde el sábado tenemos nuevo presidente autonómico. El sexto. Es, por tanto y antes que nada, oportuno el felicitarlo. No diré aquello de que le deseo lo mejor para él porque será también lo mejor para Galicia. Ya lo dijo Rodrigo Cota.

En mi caso, lo que le deseo, y lo que quiero, es que cuando abandone el cargo deje una Galicia mejor que la que encontró cuando llegó a él. Lo que quiero es que los indicadores en cuestiones sanitarias, en educación, en empleo, en infraestructuras, en igualdad –cabe recordar que Galicia es la única comunidad del Estado donde todas sus autopistas son de peaje– en competitividad y en renta disponible sean para Galicia y los gallegos sensiblemente mejores que los actuales.

Si Alfonso Rueda es capaz de conseguirlo, será recordado como un buen presidente. Como la persona que hizo que Galicia confluyese y se situase en armonía con el resto de las comunidades del Estado, superando ese lastre histórico que nos mantiene desde hace décadas en la tabla baja en este tipo de indicadores. Los que de verdad importan.

En otro orden de cosas, pero sin perder nunca de vista la cuestión de nuestro progreso económico y social, hace unos días mantuve en O Grove una charla con una persona que me está dando mucho que pensar. Porque a veces basta un único dato, si es lo suficientemente elocuente y revelador, para resumir el estado de las cosas.

Me decía ese grovense que hace 30 años el Gran Hotel de La Toja, que por aquel entonces era el único cinco estrellas de la provincia, abría todo el año, en tanto que ahora solo abre unos meses cada temporada. El dato contrasta con las oficiales buenas cifras de visitantes y de ocupación hotelera con las que cuenta Galicia. ¿Qué ocurre entonces? Fundamentalmente, que se ha puesto el punto de mira y el objetivo en otro tipo de cliente. Hemos dejado de lado el visitante que busca la excelencia y el lujo para recibir con los brazos abiertos a otros de un perfil diferente. Y así, mientras el histórico emblema de nuestra hostelería, el Gran Hotel de La Toja tiene que cerrar durante varios meses del año, la Galicia turística se llena de furanchos y de albergues. Esa es la cruda realidad, resumida a partir de un revelador dato.

Según manifestaba en una reciente entrevista la presidenta ejecutiva del Círculo Fortuny, Xandra Falcó, el turista de alto impacto gasta ocho veces más en destino que el turista medio. Y eso repercute en restaurantes y compras pero también en cultura y espectáculos.

Ya he incidido en otras ocasiones desde esta misma sección que creo que esa es la senda que Galicia debe escoger en cuanto a modelo turístico. El de un turismo que busca calidad, atención, naturaleza, tradición y sofisticación. Se trata desde luego de una apuesta hacia la excelencia pero contamos con las condiciones idóneas para atraerlo. Solo falta que nos convenzamos a nosotros mismos. Que nos lo creamos. Que aprovechemos al máximo todas nuestras potencialidades. Y que las Administraciones nos ayuden empujando en la misma dirección.

De lo contrario, solo tendremos pan para hoy y hambre para mañana. El modelo turístico se está renovando a pasos agigantados y las viejas estrategias están ya absolutamente caducas. O actualizamos nuestra oferta o estaremos condenados al fracaso. Sería una pena.

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