Opinión

¿A quién salvamos primero?

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LA VERDAD es que no sé de qué me extraño. No debería cogerme de sorpresa. Lo raro habría sido lo contrario. Que no apareciesen los listillos de turno saltándose a la torera las mínimas normas de civismo y convivencia para aprovecharse de su cuestionable estatus y saltarse la cola de la vacuna.

Lo que no me sorprende es que hayan sido, precisamente, aquellos de quienes más fácilmente podríamos prescindir, quienes se hayan apresurado a poner el brazo delante de la aguja sin esperar turno. Básicamente, políticos y clases pasivas. Lo dicho, los más prescindibles.

No voy a incidir en lo obvio, que es que quienes primero deben recibir la dosis de la vacuna son los sanitarios y nuestros mayores. Pero a partir de ahí, creo que a quien habría que vacunar es a quienes realmente están sosteniendo el país y la economía en estos momentos. A quienes generan empleo y riqueza. Es decir, a las clases activas. Fundamentalmente, empresarios y autónomos. Ellos son actualmente los imprescindibles para que siga funcionando España. Los que aportan la energía para que el engranaje del Estado se mantenga en movimiento. Ellos son los que con sus impuestos y su trabajo sostienen el sistema en su momento más crítico. Por tanto, es a ellos a quienes tenemos que tener bien sanos. Porque de su salud depende en buena medida, la del conjunto del país. Si ellos caen enfermos, de alguna manera también caeremos todos.

Y es que después de un año de pandemia, lo único realmente tangible de verdad es que somos menos –en España, 80.000– y más pobres. Excepto, claro, quienes viven del erario público y siguen cobrando puntualmente su salario todos los meses.

Decía una vieja campaña del Gobierno de España que "Hacienda somos todos". De ello podría deducirse que también el Estado "somos todos". Yo, al menos, así lo entiendo. Pero está claro que muchos de nuestros conciudadanos, no. Para mí el Estado debería ser como una gran familia. Y en una familia unos no comen tres platos y otros ninguno. Entre todos, se reparte lo que haya.

Y así debería actuar también el Gobierno en una situación como la que vivimos. De modo que aquellos que tengan restringida o imposibilitada su actividad económica u no pueda generar ingresos reciban la ayuda solidaria del resto.

He escuchado en varias ocasiones durante los últimos días que es que no hay dinero para atender todas las necesidades de quienes se están quedando sin nada. Y es mentira. Claro que hay dinero. Lo justo sería que en una situación como esta, aquellos que cobran, mes sí, mes también, de las arcas públicas –es decir, de lo que aportamos todos– contribuyeran solidariamente con un pequeño porcentaje de su salario. Y que ese dinero fuese redistribuido entre quienes no tienen opción de cobrar nada porque no se les deja trabajar.

Claro que un rescate es posible. Lo que hace falta es voluntad y decisión política y un poco de solidaridad y sacrificio. Eso mismo que cada día nos piden los gobernantes al común de los mortales. Dinero hay. Lo que hace falta es que redistribuirlo.

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