Opinión

Ayuso

¡CARALLO, PARA la presidenta! ¡Cómo se las gasta! No se anda con remilgos como hacen la mayoría de los dirigentes del PP. Esta señora sabe a dónde va y lo que quiere. Lo escribía el otro día Cayetana, que es más o menos del mismo calibre que doña Isabel: "Tiene coraje al servicio de las ideas. Principios. Actitud". Me da que es, esta Isabel de Madrid, de esos políticos que lo tienen muy claro y no se dejan influir por los arriolas de petisú que tienen tomado el edificio de Génova desde tiempo inmemorial y van con los bolsillos llenos de papel de fumar para cogerse el ciruelin. Los mismos que le hicieron decir a José María Aznar que hablaba catalán en la intimidad. Ayuso dice lo que piensa, cree firmemente en sus ideas y trabaja en beneficio de los madrileños. Y si hay que marcharse para casa, se va y Santas Pascuas. No le teme a los costes personales ni se preocupa por los tertulianos y sus opiniones sobrecogedoras. Ayuso los tiene muy bien puestos. Salta a la vista. La han insultado hasta la saciedad y la suciedad. La han tratado con una crueldad extrema. Como nunca se ha tratado a una mujer en los medios de comunicación. Unos medios que acrecientan así el desprestigio gravísimo por el que atraviesa la prensa española, atrincherada en un partidismo sectario nunca antes visto y que denunciaba el otro día el profesor Alejandro Nieto, cuando señalaba a los periódicos como un instrumento y "el que paga manda". Pero esa ferocidad cruel y extrema ha pinchado en hueso. Y todo ello, ante el silencio cómplice del feminismo podemita de cartón piedra. Isabel Natividad Díaz Ayuso, es mucha Isabel. Ya hizo recular en su día a Sánchez con una brillante e incontestable gestión sanitaria y, ahora, lo ha metido en un lio morrocotudo del que no sabe cómo salir. Las maniobras de los trileros de la Moncloa no han surtido efecto y ahora pretenden que los madrileños no puedan votar. Unas tretas que vuelven a rebajar la política al lodazal y que alimentan la desafección, la desconfianza y el hartazgo de los ciudadanos hacia la política y sus dirigentes. Los madrileños no dan crédito a lo que pasa. Primero los encierran y los tratan de arruinar y, ahora, no quieren dejarlos ir a votar y, además, intentan freírlos a impuestos. El separatista Rufian, Marisú y los del PNV, pretenden tratar a los madrileños a patadas. Dicen que hay que armonizar fiscalmente a toda España, menos a ellos, claro está. Ellos, ya se sabe, son superiores. Y, además, tienen el cupo, también denominado "pufo" vasco, que viene siendo un privilegio y un anacronismo que choca con los más elementales principios constitucionales de igualdad y solidaridad. Un chollo, que permite a estos señores vascongados disponer de mucho más dinero para gastar que el resto de los españoles. Una estafa que los funcionarios de Bruselas debían de suprimir cuanto antes. Pero el que peor lo tiene, aún más que Sánchez y Arrimadas, es el bueno de fray Gabilondo al que vuelven a presentar de candidato a la presidencia madrileña. No hay derecho lo que hacen con él. Debían de presentar a la ministra de Defensa, Margarita Robles y no al hermano Gabilondo, que la presidenta Ayuso no va a tener por dónde empezar con él. Se equivocan en Ferraz. Fray Gabilondo solo es un buen candidato para presidir la Conferencia Episcopal. Es lo que le queda.

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