Opinión

La conferencia fraternal

Van de mal en peor. Es una manía que nadie entiende. Y los católicos menos aún. Siguen jugando a la política y lo hacen muy mal, como ya es tradición. Corren muy malos tiempos para la Iglesia Católica en España. La cosa ya viene de antaño cuando los obispos vascongados se ponían al lado de los asesinos de la ETA y humillaban a los asesinados y a sus familias. Como lo hacía aquel tipo despreciable de Setien, siempre tan comprensivo con el disparo en la nuca, la bomba y el secuestro. Ahora se posicionan, públicamente, a favor de los golpistas catalanes, defendiendo a unos delincuentes, condenados un poquito, por cometer uno de los delitos más graves de los que se contemplan en el Código Penal. Y han salido a la palestra para cantar a coro alabanzas a Pedro Sánchez y a los infames indultos que ha aprobado su gobierno en contra de toda razón, retorciendo y vulnerando nuestro ordenamiento jurídico y haciendo trizas el Estado de Derecho. ¡ Alabaré, alabaré, alabaré, alabaré, alabaré a mi señor Sánchez! Cantan Arguello y Omella. Todo sea por la fraternidad. Ya se olvidaron de lo que paso en Barcelona. De los policías heridos y de las más de 7.000 empresas que han tenido que huir de Cataluña. Ellos, ahora, solo piensan en el IBI. Como el presidente de la CEOE Garamendi, que solo piensa en el dinero y que apoyo, también, medalla de por medio, esta ignominia contra España y los españoles. Las iglesias en Cataluña están vacías. Y lo están porque unos curas trabucaires y desaprensivos han echado a los feligreses con sus soflamas golpistas ¡Bote, bote, bote, español el que no bote! Gritaba un presunto seguidor de Cristo, el sacerdote Martiria Brugada, insultando a los ciudadanos que no piensan como él. A quien le extraña, pues, que hayan tenido que cerrar 160 de las 208 parroquias de la ciudad de Barcelona, quedando activos, únicamente, 48 templos. Ni hay fieles, ni hay vocaciones y, además, muy pocos catalanes ponen ya la crucecita en la declaración de la renta. Y es que las iglesias no están para lucir en sus campanarios lazos amarillos y pancartas golpistas a favor del indulto de unos delincuentes que han provocado una fractura social gravísima. Fractura, a la que contribuyen, también, estos curas asilvestrados, que con sus mítines dominicales vienen apoyando a unos gobiernos separatistas que han dejado a Cataluña como un páramo del que huyen todas las empresas. Cuanto se echa de menos la cabeza privilegiada de Monseñor Rouco Varela. El cardenal de Villaba ya mostraba, en su día, su preocupación por estos malos pastores. Y es que los despropósitos de estos mitrados separatistas son imperdonables. A la ciudadanía española, católica o no, que paga con sus impuestos los 301 millones de euros que recibe la Iglesia española anualmente, le era y le es muy difícil de digerir que los obispos vascos estuvieran más cerca de los terroristas que de las propias víctimas; que no cedieran las iglesias y que, además, se negaran a celebrar los funerales de los asesinados. Con razón le preguntaron un día a monseñor Setien, si creía en Dios.

Hoy siguen protegiendo, también, a los delincuentes. Allá Roma, sino se dan cuenta de que esta minoría de obispos aldeanos no solo quita gente de taquilla en las iglesias sino que, además, desaniman a que la ciudadanía española ponga la cruz en la casilla de la declaración de la renta. ¡Doctores tiene la Iglesia que sabrán responder!

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