Opinión

Degradación absoluta

Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, ha convertido a la otrora ciudad pujante de España, en un paraíso de la delincuencia. La señora Colau, activista de profesión, se hizo, en su día, portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca sin haber firmado jamás una. Y de ahí, dada la mediocridad de la política en España, paso a la alcaldía de Barcelona, transformándola en la ciudad más insegura de Europa. A doña Ada, antes de pisar moqueta, le gustaba hacer escraches, con megáfono y disfrazada de abeja. Y con ese valioso y único mérito llego a ser alcaldesa, para trasladarle a sus prósperos vecinos las mañas y maneras de los antisistema. Y así está la ciudad Condal, un Silicon Valley del atraco y el latrocinio. Un oasis, en donde los cacos campan por sus respetos ante la atónita mirada de los vecinos y la obligada pasividad de la policía, que está atada de pies y manos por ese buenismo mal entendido que destilan las escasas meninges de esta señora. A Colau no le gustan los ricos, ni los comerciantes, ni los bancos, ni los cruceros, ni los turistas en los que se ceba una delincuencia cuyos índices no paran de subir. La alcaldesa, no comparte el orden, ni el comercio, ni la prosperidad, ni el trabajo honrado, ni, por supuesto, la propiedad privada, salvo, claro está, la suya y el millonario sueldo que cobra. Colau es una señora antisistema a la que, tampoco, le gustan la Policía, ni la Guardia Civil, ni los militares, ni el Rey de España. Su programa electoral está lleno de ocurrencias. Dislates, que le salen carísimos a los barceloneses. Así, propone subidas salvajes de impuestos, la paralización caprichosa de proyectos urbanísticos y empresariales, y la liquidación del turismo, que va acompañada de las pegas y cortapisas que siempre pone a la celebración de grandes eventos y congresos en la ciudad como el Mobile World Congress. Pretendía, además, la creación de una moneda local para Barcelona con la que pagar las subvenciones que concede el ayuntamiento y abonar las nóminas de los funcionarios municipales. Y, en un momento de especial lucidez, propuso la creación de un zoo virtual, cuya construcción, costaría unos 100 millones de euros a los barceloneses. Todas estas ocurrencias son para troncharse de risa. Pero lo que ya no hace tanta gracia son las cifras que Barcelona arroja en relación con la inseguridad ciudadana.

Las imágenes que todo el mundo puede ver en la televisión de la múltiples y diarias peleas callejeras, las agresiones y los navajazos, los robos a turistas y el asalto a locales comerciales, han sumido a la ciudad en una colosal degradación e inseguridad. Una inseguridad que está perfectamente contrastada por los datos oficiales de criminalidad del ministerio del Interior que señala que en el primer semestre del 2021, la capital catalana ha experimentado un auge significativo de la criminalidad. Las riñas tumultuarias, alcanzan un 69%, los hurtos aumentan, también, hasta un 69% y las violaciones llegan a un 24%. Delitos que están al orden del día. De los 7 muertos de la semana pasada mejor ni hablar. Y no creo que se deban al cambio climático. En fin, una degradación que trae causa de una gravísima erosión política, social y económica que se consintió y hasta se fomentó, desde el gobierno golpista regional y desde el ayuntamiento de Barcelona, tolerando una situación de gravísima ilegalidad y violencia extrema, y la perdida absoluta del respeto a la ley.

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