Opinión

¿Dónde está Ternera?

LAS VÍCTIMAS de ETA se preguntan dónde está Josu Ternera. Y toda España también. De aquí, todos los delincuentes se escapan y nadie da con su paradero. Y es que en este país los únicos que no se dan el piro son los contribuyentes de Montoro. Tantos agentes especiales, tantos servicios secretos y de inteligencia y el delincuente celtibérico se escabulle como y cuando quiere con pasmosa facilidad. El terrorista Ternera dijo, el otro día, "muu", en un audio en el que, al parecer, anunciaba la disolución de la ETA, buscaba una subvención del PNV y la absolución del obispo Setién. Y el personal, claro, se escandalizó de que aún no le hubieran detenido.

Hace 15 años se pegó el bote y hasta hoy. Un juez muy cándido y pardillo, en vez de detenerlo, lo citó en su despacho para tomarle declaración como el sujeto que dio la orden de atentar contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza en la que murieron 11 personas, entre ellas cinco niñas de corta edad. El juez instructor, que no le debía parecer muy grave o de poca alarma social eso de asesinar niños, aun esta esperando —sentado, claro— en su despacho a que el terrorista se presente y conteste a sus preguntas.

La última criatura que han asesinado los etarras se llamaba Silvia Martínez y tenia seis añitos de edad. Antes que ella también cayeron asesinados por los valientes gudaris del invento vasco y con grave riesgo de sus vidas en unas acciones militares sin precedentes en los anales de la historia bélica, los niños Jesús M. Campos, José María Piris, Alfredo Aguirre, Sonia Cabrerizo, Susana Cabrerizo, Silvia Vicente, Jorge Vicente, Miriam Barrera, Esther Barrera, Luis Delgado, Vanesa Ruiz, Maria Cristina Rosa, Ana Cristina Porras, Maria Pilar Quesada, Fabio Moreno y unas cuantas criaturas más hasta llegar a treinta y una, de las que ya no recuerdo su nombre. Espero que me perdonen.

Cinco de estas niñas están en la cuenta de Josu Ternera que, a estas alturas, debe de estar dándose la gran vida por Francia adelante o vaya usted a saber por dónde, a la espera de que los del PNV le arreglen la vida a él y a todos los terroristas, blanqueando su sangrienta historia; haciendo un par de películas de siete, nueve o quince apellidos vascos; aireando las declaraciones del juez de la Audiencia Nacional, Ricardo de Prada, que habla de torturas generalizadas en la Audiencia y asiste a debates con abogados de los terroristas; publicitando a los cuatro vientos la payasada mediática de los mediadores internacionales de pago; las entrevistas a Arnaldo Otegui en la tele y sus morreos con Pablo Iglesias y demás líderes de Podemos y, en fin, todo aquello que permita que estos asesinos, sus cómplices y encubridores se vayan de rositas sin que les pase nada, después de haber asesinado a más de ochocientas personas, con miles de heridos, y haber infligido un sufrimiento enorme a todas las familias de las víctimas que jamás se recuperaran del daño sufrido por la muerte de un ser querido. Ya pueden darle el barniz que quieran a estos asesinos. Ya pueden nombrar a Otegui Premio Nobel de la Paz, meter a la ETA en la lista de oeneges del País Vasco y nombrar a Ternera Obispo de San Sebastián. Ya pueden hacer lo que quieran, pero 858 muertos es un genocidio. Un auténtico genocidio de personas cuyo único delito era ser españoles. Hombres, mujeres y niños. Y, mientras, Ternera de veraneo, esperando el fin del barnizado

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