Opinión

El cupo Vasco

OSEA, que hubo que soltarle la mosca, una vez más, a los del PNV para que se dignaran a apoyar los presupuestos generales de esta españa de la que tanto reniegan y contra la que vienen conspirando, ladinamente, desde antes de aprobarse la Constitución de 1978. Dicen los expertos que la factura son, más o menos, 4.245 millones de euros. Muchos millones de dios, que son la mitad del presupuesto de la Xunta de Galicia para este año de 2017, que manda carallo. Se venden caros de narices estos separatistas vascos, tan comprometidos y tan solidarios con aquellos que no hemos tenido la inmensa fortuna de nacer por aquellas tierras.

Los cinco diputados separatistas nos han salido a 800 millones de euros por escaño. Pero la cosa no queda ahí. Después, según dicen algunos, hay más flecos que se tratan de disfrazar, claro, para que el personal del resto de españa, que se ha quedado sin esos 4.245 millones, no monte un cristo de narices. Y es que este asunto de la financiación de los agujeros autonómicos acaba siempre de la misma forma: Llevándose el dinero Cataluña y el País Vasco, las dos regiones españolas más ricas y privilegiadas.

Así que, tenemos el tren de alta velocidad, la nueva estación de San Sebastián, la plataforma multimodal de Jundiz; la plataforma de Lezo-Pasajes; la cesión al gobierno vasco de los terrenos de la central nuclear de Lemoiz, o las obras del saneamiento y depuración del alto Nervión, que son algunos de los flecos que ya se sabe vamos a pagar todos los españoles para que haya unos presupuestos que den estabilidad y esta vieja nación no se vaya, definitivamente, por el sumidero.

Además de estas minucias está el tema del famoso cupo vasco, también conocido como pufo vasco, que es una cosa muy parecida al misterio del triángulo de las Bermudas que nadie sabe muy bien que es y mucho menos como se calcula. Y es que el cupo vasco es un tenderete fiscal, un privilegio colosal y absolutamente injustificable que no tiene pies ni cabeza en españa ni en la Unión Europea de la que formamos parte. Saben ustedes que el famoso “cupo” es la cantidad de dinero que se presume que la región vasca aporta anualmente al estado para contribuir a los gastos generales que éste asume por las competencias no transferidas, como pueden ser la Defensa o la Casa Real, etc. Y digo “presume”, porque nadie sabe a ciencia cierta cuanto es la cantidad exacta que aportan los vecinos del norte. Nadie lo ha dicho. Es un secreto en la era de la información y de la transparencia.

Recaudan ellos la pasta, se inspeccionan ellos, gastan lo que quieren para ellos y, después, lo que sobre se lo dan a la Hacienda del estado, mientras los demás españoles les pagamos las pensiones. El sistema es macanudo para el personal allí residente. Tienen plenas competencias para aprobar la normativa tributaria en casi todos los impuestos, con lo cual rebajan los tipos cuando les da la gana y sus vecinos pagan menos, mientras a los demás nos chupan la sangre en el sentido literal del término. Es decir un chollo de narices que tienen estos señores por un acuerdo político plasmado en un decreto firmado por Cánovas del año 1878. Un privilegio ilógico e irracional que choca con los más elementales principios constitucionales de igualdad y solidaridad. Impresentable el chantaje.

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