Opinión

El ferrobus extremeño

¡Vaya hombre ¡ahora resulta que también en materia ferroviaria volvemos a los años setenta. Ya se sabe que al personal gobernante le encanta eso de mirar al pasado. Nuestro presidente Marco Polo lo encuentra muy edificante y como está obsesionado con Francisco Franco nos ha devuelto a los años setenta. Y, así, el otro día se vivió un nuevo episodio sonrojante propio de aquella época, y ya son muchos, cuando el tren Extremadura-Madrid sufrió nada menos que tres averías, dejando tirados en una de ellas a más de 150 pasajeros en el campo de Navalmoral de la Mata y en plena noche. Total, que tenían que llegar a su destino las 23.12 horas y terminaron arribando pasadas las 3:30 de la madrugada, con cuatro horas y diez minutos de retraso. ¡Papá ven en tren! decía Renfe en la tele de Mariano Medina. Y así están en Extremadura. Es inadmisible que a día de hoy los extremeños no dispongan de unas infraestructuras de ferrocarril mínimamente dignas y acordes con los tiempos. Se tira el dinero a espuertas y el poco que queda se le da siempre a los mismos. Una situación impresentable e injusta que sufre con paciencia el ciudadano de Extremadura harto de viejas comunicaciones y vetustos trenes que lo acercan al "Ferrobús" de Arias Navarro. Un invento alemán que se conocía con el nombre de "Schienenbus" y que venía a España a sustituir a aquellas viejas locomotoras de vapor en los trayectos de corto recorrido. Que agradables recuerdos le traen a uno aquellos viajes a Vigo o a Santiago en la modernidad ferroviaria de la época. La primera vez que viaje en uno de ellos fue con mi amigo Javier Panero y su hermano Nardo. Tendría alrededor de los catorce años y nos dedicábamos a darle patadas al balón y al latín y al griego de 5º curso de Bachillerato en el Sánchez Cantón.

Recuerdo que nos íbamos a Vigo a ver al Real Madrid que jugaba con el Celta, un día en el que caían chuzos de punta. Era el Real Madrid de Pirri, Sol, Jensen, Breitner, Santillana y Roberto Martínez que tenía enfrente además del agua de la lluvia y el barro de Balaidos a los Santomé, Manolo, Villar, Del Cura y San Román que no eran precisamente unas clarisas. En el tren se podía hablar con el conductor porque iba sentado al lado de los pasajeros y no tenía cabina alguna por lo que la visión desde los asientos era muy buena, el paisaje que se contemplaba estupendo y el ruido del tren no era excesivo, por lo que el viaje resultaba agradable aunque muy lento. Lentísimo. Más o menos como los trenes de Extremadura, aunque creo que se estropeaba bastante menos. Ya saben, mecánica alemana. En fin, que después de lo del golpe de Estado en Cataluña, los brindis navideños de la líder socialista vascongada con el batasuno Arnaldo Otegui y el "Ferrobús" extremeño permanentemente averiado, veo al señor Fernández Vara, presidente de Extremadura, en el alero. Dirá, claro, que no hay un duro para gastar, pero no podrá ocultar que su compañero, Pedro Sánchez, le ha prometido a los golpistas catalanes que el Estado le pagará a la Generalidad en los próximos cuatro años un total de 1.459 millones de euros para inversiones e infraestructuras y para financiar a los Mozos. Ahí es nada. ¡Papa ven en tren!

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