Opinión

El pito del sereno

Desde que se marchó para su casa José María Aznar la política exterior española es un misterio, cuando no un cachondeo monumental. Máxime, con este ministro de exteriores que se explica bastante mal. Aunque hay que decir que lo hace un poco mejor que su antecesora en el cargo, a la que no se le conocía opinión alguna sobre los asuntos y los intereses españoles por el mundo. Salvo, claro está, su extraordinaria generosidad en dar limosnas por cientos de millones y repartir preservativos por el África tropical, igual que hace el gobierno vasco con los senegaleses con pasaporte falso a los que les da cientos de miles de euros sin control alguno. Un dinero que nos sacan a todos los españoles con el timo del Cupo vasco y que les debe de sobrar.

El presidente Aznar lo tenía muy claro y lo demostró repetidamente en Europa y en América. Su política era defender firmemente los intereses de la nación que gobernaba que es lo primero que se le debe de exigir a un presidente del Gobierno. Se acercó a los países socios y amigos como los Estados Unidos. No se fiaba de Francia y vigilaba sus tejes y manejes con Marruecos, parándole los pies al dictadorzuelo marroquí en sus ensoñaciones con Ceuta, Melilla y las Canarias.

Aznar fue un socio leal. Sobre todo con los americanos que nos ayudaron decididamente a terminar con los terroristas de la ETA. Finalizada la guerra de Irak nos pidieron ayuda y se la dimos. Una colaboración necesaria para contribuir en la reconstrucción y en la democratización del país. Pero Cuando llego Zapatero, el panorama cambió radicalmente. Huimos de Irak, traicionando a nuestros socios americanos, dejándolos tirados de un día para otro sin avisar y creándoles importantísimos problemas en el entramado de la reconstrucción y de la administración del país. 

Desde que nos fuimos de Irak, todo fueron desgracias para España, meteduras de pata, y palos que nos daban y dan a diestro y siniestro. No sé cuál será el temario actual de las oposiciones para ingresar en la Escuela Diplomática, pero es de sentido común que no esta bien visto en esta vida y, además, es contraproducente y muy peligroso en las relaciones internacionales, traicionar al amigo y al aliado cuando este, encima, es la mayor potencia del mundo. Ahora está Pedro Sánchez y el desastre es mucho peor. Sánchez ha conseguido lo imposible. Un triple salto en política internacional enfrentándonos a dos países que llevan en guerra muchos años y dinamitando nuestras relaciones con el Magreb. Un suceso sin parangón alguno en la política internacional y que ha provocado que el gobierno argelino haya suspendido el tratado de amistad, buena vecindad y cooperación con España con todo lo que ello significa para nuestra economía. Nos dan palos por todos lados y el presidente Sánchez ha tenido que llamar a mamá Bruselas para que nos solucionen el embrollo creado por un presidente sin cabeza, que no sabe dónde tiene la mano derecha. En medio del barullo ha venido a Gibraltar el hijo más calvo de la reina de Inglaterra y nuestro gobierno les ha enviado una notita de protesta, probablemente con alguna falta de ortografía, con la que, en el Foreign Office, se han limpiado el trasero. Desde la marcha de José Maria Aznar, España ha desaparecido del mapa internacional. No tenemos un gobierno serio y ya nadie se fía de nosotros. Y, claro está, nos toman por el pito del sereno.

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