Opinión

El socialismo de Iceta

AL SOCIALISMO catalán le está pasando lo que le paso en su día al socialismo vasco. Que se lo comen con patatas fritas los separatistas en un periquete. En el socialismo vasco había un señor que se llama Nicolás Redondo Terreros. Un hombre de bien, valiente y serio que se marchó harto de las traiciones de sus propios compañeros de partido. Y desde aquella el socialismo vasco no ha levantado la cabeza. Hoy no se sabe quién dirige la formación. Al parecer, actúa de secretaria general una señora que se llama Idoia Mendía que es muy conocida en su casa a la hora de comer. Nicolás Redondo, había presentado su dimisión al tiempo que ponía al descubierto las cuchilladas por la espalda y las traiciones de Elorza y demás compañeros. Y es que Redondo Terreros es como su padre: se viste por los pies. Recuerdo muy bien cuando el viejo ugetista de Baracaldo, admirado en toda España, le dijo ¡ahí te quedas! al mismísimo Felipe González, marchándose para su casa con la cabeza muy alta y la satisfacción del deber cumplido. El histórico sindicalista de verdad, renunció a su escaño en el Congreso en 1987 para mostrar su desacuerdo con la política laboral del gobierno de Felipe González, votando en contra de los Presupuestos Generales del Estado.

Al socialismo catalán también se lo han comido por las zapatillas y, hoy, es un auténtico circo, en donde el domador hace de payaso y el trapecista de domador, ante la atónita mirada de afiliados y votantes que ven como cuatro jerarcas, huérfanos de sentido común, han convertido a un partido que se llama socialista y español, lleno trabajadores emigrantes andaluces y extremeños, en una facción separatista más. Un grupúsculo socialista, que calla cuando no aplaude, sorprendentemente, la loca deriva de los ricos señoritos de Barcelona hacia la ruina social y económica de aquel pedazo de España que otrora fue una región desarrollada por los muchos cientos de miles de millones que para allí les envió el general Francisco Franco, gracias a las divisas que traían nuestros emigrantes.

El viejo socialismo catalán ha desaparecido ya del mapa y ahora lo poco que queda de él está a las órdenes de un señor muy despistado y bailarín que lleva tiempo desaparecido y de una señora separatista que dicen que es ministra de España. Ella se llama Merichell y el hombre se llama Iceta. Ella vive muy bien en Madrid y él se pasa los días pares jugando a la independencia y los impares se envuelve en banderas españolas de 14 metros para dar mítines. No sé. Nunca lo entendí pero debe de ser ese terrible y atávico complejo que le crean allí a los charnegos emigrantes. Al señor Iceta el juego de la independencia le va a costar muy caro y los separatistas catalanes se lo comerán como si de un espárrago se tratara. Igual que a Pedro Sánchez a quien los barones socialistas ya le hicieron llegar su lógico acollonamiento ante las próximas elecciones autonómicas, visto lo sucedido en Andalucía. Unos barones que a día de hoy no solo le exigen a Pedro Sánchez que aplique el artículo 155 de la Constitución y rompa de una vez por todas con los golpistas catalanes, sino que también le piden en público la ilegalización de los partidos separatistas. Ya lo dice abiertamente el socialista Lambán, presidente de Aragón, cuando señala que «la democracia tiene derecho a defenderse de sus enemigos». Deben de ver el futuro negro. Muy negro.

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