Opinión

El tahúr de La Moncloa

Y HABLABAN con desprecio de la vieja política. Y de la corrupción y de las puertas giratorias, y del despilfarro institucional generalizado, y de que la Transición política fue un cuento chino y un timo con el que hay que acabar. Y que la Constitución española no vale para nada y que la monarquía parlamentaria, tampoco. Y que la democracia en España es un fraude. Y lo dijo el otro día en las Cortes el que pretendía colocar a su señora bolivariana de vicepresidenta del gobierno de España, por derecho de bragueta. Un pretendido gobierno de cartón, cuyo candidato a presidirlo era un ciudadano muy poco de fiar, soberbio, vanidoso y fanfarrón como el señor don Pedro Sánchez. Un saco lleno de contradicciones, incoherencias y absurdos que perseguía engañar con sus ocurrencias y fullerías de tahúr de la nueva política a unos y a otros, a la izquierda, al centro y a la derecha, a podemitas, golpistas catalanes, tibios peneuvistas, batasunos y al de la anchoa que fue el único que tragó el anzuelo como buen bocarte santanderino. Y se estrelló, claro. Una vergüenza. Un bochorno en toda regla, protagonizado por un candidato muy malo y unos políticos, salvo honrosas excepciones, de bajísimo e ínfimo nivel que solo piensan en su culo que, claro está, confunden con las témporas. El personal que nos representa aún no se ha enterado de que nuestro sistema constitucional y democrático está en una profunda crisis de muy difícil solución. En el PP y en el PSOE, aun no se han dado cuenta de que los ciudadanos están hartos, muy hartos, por todo lo que ven, leen y escuchan de nuestros dirigentes que son incapaces en ponerse de acuerdo en las cosas más elementales que, de verdad, importan. Escribí hace ya unos años en esta misma columna que si los líderes de los dos partidos políticos más importantes que representaban a la inmensa mayoría de la ciudadanía española, no se avenían, ponían en funcionamiento y regeneraban de verdad todo el tinglado constitucional que nos ordena la convivencia, el sistema democrático que nos hemos dado los españoles, felizmente, en 1978 se iba por el vertedero.

Si los dirigentes del PP y del PSOE no se ponen a trabajar para que en España se respete y se cumpla la Constitución y los principios del Estado de Derecho, el creciente desapego de los españoles hacia nuestras instituciones y sus dirigentes seria irremediable. El personal no es tonto, lleva ya más de cuarenta años oyendo hablar de democracia y ve, incrédulo y sorprendido, como las reglas más sagradas de dicho sistema no se cumplen ni por casualidad por unos políticos de medio pelo. El principio del imperio de la ley; la garantía de los Derechos Fundamentales; el sometimiento pleno de la Administración Publica en su actuar a la ley y al Derecho y el principio de separación de poderes con una Justicia independiente, hacen aguas por todos lados.

La deriva que ha tomado España desde hace años hacia la quiebra institucional parece imparable. Una quiebra institucional que ha permitido en el mejor de sus ejemplos que los herederos de la ETA se sienten con los golpistas catalanes en las instituciones democráticas, con el único objetivo de destruir la Nación, mientras cobran magníficos sueldos. Y esto, claro está, no se arregla jugando al póker con ventaja, chaleco floreado y reloj de bolsillo.

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