Opinión

Error lamentable

ESTAS COSAS del protocolo son así. Razones de espacio. Han esgrimido los organizadores del acto. Estaban las nietas de la Pasionaria pero no estaba el Rey emérito Juan Carlos I. El principal protagonista de la transición política estaba ausente del acto que conmemoraba el 40 aniversario de las primeras elecciones democráticas, celebrado en el Congreso de los Diputados. El personal que dirige el país tira balones fuera. Nadie sabe nada en Moncloa y tampoco en las Cortes Generales. La Casa Real dice que son cosas del protocolo y los sufridos contribuyentes españoles no entienden nada. Pero que más da. Que se jodan. Tampoco entienden la declaración de la Renta y la hacen y, además, la pagan. El Rey Juan Carlos pilló un cabreo monumental. Natural. Es ante todo un hombre, con sus virtudes y sus defectos, como todos, pero ¡coño¡ no hacerle un hueco en la carrera de San Jerónimo para asistir a la conmemoración de su más trascendental e histórica acción durante el reinado, es, digan lo que digan, un error monumental. Lamentable.

La monarquía ha sido, siempre, la institución más valorada por los ciudadanos españoles. No hacía falta cocinar las encuestas. El resultado era siempre el mismo, el mejor, hasta que el señor Urdangarin y sus poco edificantes actividades ocuparon las primeras páginas de los periódicos.

Ya sabe que los españoles tenemos muy mala memoria, y la formación de las nuevas generaciones que vienen a tomar el relevo es pésima. Hay ciudadanos sentados en el Congreso de los Diputados a los que se les llena la boca con la Guerra Civil y desprecian por absoluto desconocimiento la difícil etapa de la transición política. El personal de mi quinta que la vivió muy joven, en cambio, no la olvida y recuerda con justicia el dificilísimo papel que Juan Carlos I de Borbón interpretó para llevar a esta vieja Nación de una dictadura de más de cuarenta años a una democracia con todos los papeles. Firme y seguro al timón de un barco que navegaba, en el mar de una terrible crisis económica y con los asesinos de la ETA matando por la espalda y poniendo bombas todos los días.

Muchos se han olvidado ya de la difícil y triste infancia que el Rey emérito pasó en España alejado de sus padres y sin el apoyo de nadie; la complejísima convivencia política al lado del general Franco, y ya nadie parece recordar la valiente decisión y el acierto de cambiar España y hacerla presentable al mundo como una democracia plena y consolidada. Es por ello que la ausencia del padre del Rey Felipe VI, no es de recibo, aunque se trate de justificar con sesudas teorías de protocolo. No se ha sido justo con el monarca. Los que hoy pasamos ampliamente de los cincuenta no nos podemos olvidar jamás de que fuimos testigos, con apenas dieciocho años de edad, de un episodio trascendental de la Historia de España.

Un hecho histórico que Juan Carlos I protagonizó de principio a fin en aquella dura etapa y que los ciudadanos seguíamos, día a día, en prensa, radio y televisión: La exigencia de la dimisión de Arias Navarro, el nombramiento de Adolfo Suárez, la aprobación de la Ley para la Reforma Política, la legalización del Partido Comunista y la elaboración de la Constitución son hechos que están escritos con letras de oro en la Historia de España. Ahora parece muy fácil. Pero costó un huevo y parte del otro.

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