Opinión

Un gramo de dignidad

L a foto de nuestro presidente del gobierno, sentado a la mesa del tiranuelo marroquí con la bandera de España puesta del revés, es para enmarcar. Es una anécdota, claro. Como aquella que le pasó a Zapatero cuando lo recibió el monarca alauita en su despacho, decorado con un mapa de Marruecos en el que estaban incluidas las Islas Canarias. Otra anécdota más, si, pero que pone de manifiesto nuestra posición, absolutamente irrelevante, en la escena internacional. Cero, patatero.

Y es que desde que Zapatero, siempre Zapatero, estuvo al timón de los destinos de España, nos toman por el pito del sereno en todos lados. Somos el hazmerreír del mundo. Desde que Zapatero, siempre Zapatero, ordeno a nuestros militares que recogieran todo y salieran huyendo de Iraq a la carrera, traicionando a uno de nuestros más firmes aliados como son los Estados Unidos de Norteamérica, todo son desgracias.

En la política internacional no se puede improvisar. Lo sabe cualquiera. Y, estos días, el presidente Pedro Sánchez ha vuelto con sus ocurrencias en política exterior y en un tema tan complejo como el asunto del Sahara. Vendimos y abandonamos, en su día, a la nación americana en Iraq y cambiamos nuestra alianza tradicional con Estados Unidos por la comunista Corea del Norte, la Cuba de los Castro, la dictadura de Marruecos, Bolivia y Venezuela. Unos países a los que enviamos anualmente cientos de millones de euros en ayudas y de los que no obtenemos más que patadas en el trasero y amenazas contra nuestras empresas que, lejos de ser contestadas como se merecen por los servicios diplomáticos españoles, solo tienen la cobardía como habitual respuesta.

Hoy, hemos claudicado de nuestra tradicional posición en el Sahara, en una decisión unilateral, personal, intransferible y sin precedentes de Pedro Sánchez, que se ha olvidado de que la política exterior de un país serio debe ser una política de Estado y de consenso. Se ha levantado, Sánchez, por la mañana y antes de desayunar el donuts correspondiente, ha cambiado de repente y de manera radical la postura de nuestra nación en un área tan peligrosa y conflictiva como el Magreb. Y, además, lo hizo sin contar con la oposición parlamentaria, sin debatirlo en las Cortes Generales y, para más choteo, sin discutirlo en el Consejo de Ministros, cuyos miembros se enteraron por el Pravda de Pepa, el diario independiente de la mañana madrileña. Las consecuencias, no lo duden, las veremos muy pronto. Desde la llegada de Zapatero, siempre Zapatero, al gobierno, España ya no pinta nada en el mapa internacional. Hemos pasado de la tan denostada foto de las Azores, al lado de Inglaterra y de los Estados Unidos, a retratarnos con el visionario venezolano y el reyezuelo de Marruecos. Y es que la política exterior de este gobierno social-comunista no tiene ni pies ni cabeza, y ya no le queda ni un gramo de dignidad ni de honra. Hemos tirado por la borda una importante cuota de poder que había conseguido Aznar en Europa. Nos arrodillamos ante el dictadorzuelo marroquí y nos enemistamos con Argelia de donde traemos la energía que necesita la economía española. Nos bajamos los pantalones ante los ingleses en el contencioso de Gibraltar, y finalmente, nuestro principal aliado y la potencia más importante del mundo no se fía ni un pelo de nosotros. En fin, toda una carrera de despropósitos que ha convertido a España en el hazmerreír del mundo. Solo nos queda el Real Madrid.

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