Opinión

Guardia civil Pardines

LA PASADA SEMANA se cumplieron cincuenta y dos años del asesinato a sangre fría del guardia civil José Antonio Pardines Arcay, por la banda terrorista de la ETA. Pardines, era un joven guardia civil, gallego, hijo y nieto del Cuerpo. Estaba de patrulla con un compañero vigilando unas obras en la carretera de la localidad guipuzcoana de Villabona. José Antonio, se encontraba en un extremo de las obras y su compañero en el otro, a dos kilómetros de distancia. A Pardines le pareció sospechoso un coche en el que resulto que viajaban dos etarras, Echebarrieta y Antón Sarasqueta, que en esa época estaban planeando, el atentado contra el policía Melitón Manzanas, jefe de la Brigada de Investigación Social de San Sebastián, al que la banda terrorista asesino más tarde. Echebarrieta y Sarasqueta, viajaban armados con pistolas. El guardia civil les pidió la documentación y se fue a la parte trasera del vehículo para comprobar el número del bastidor y la matricula. En ese momento y cuando el guardia se encontraba de espaldas y en cuclillas, Echebarrieta le pego un tiro, para después, cuando cayó al suelo desplomado, rematarlo de cuatro disparos. Era el primer muerto en una guerra singular que la ETA había declarado a España y en donde las víctimas se producían, solo y siempre, del mismo lado; del lado de los españoles, claro, mientras que de la otra parte, las bajas solo se originaban en propia puerta, cuando a algún etarra le explotaba en la cara la bomba que fabricaba.

Pardines, era un joven guardia que cumplía con su deber en aquella guerra que comenzaba, que iba a durar años, y en la que muchos compañeros de este valiente guardia civil fueron, también, asesinados a sangre fría y por la espalda por ser españoles y defender los Derechos Fundamentales y las Libertades Publicas de todos los ciudadanos. Unos derechos y libertades que fueron permanentemente violados en aquella parte del territorio de España y que la Guardia Civil trataba de proteger, diariamente, con sus escasos medios, un mísero sueldo y a pesar de todos los pesares.

Son 230 los guardias civiles asesinados en el cumplimiento de su deber. La mayoría, cazados como conejos por unos cobardes criminales que mataban sin un mínimo riesgo y de manera muy fácil, aprovechándose de la falta de medios de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y de su inexcusable actuación dentro de la más absoluta legalidad constitucional y de respeto a las leyes. Hechos que jugaban, claro está, a favor de los asesinos de la ETA y de sus cómplices y encubridores, incluidos los curas trabucaires con Setien a la cabeza y el PNV de Arzallus, que recogían las nueces.

Muchos guardias civiles asesinados y muchos telegramas de condena y minutos de silencio. Manifestaciones de siempre y realizadas por los de siempre. Políticamente correctas y sin estridencias. Las estridencias y los lloros, la angustia y la desazón, se les reservaba, solamente, a la esposa del asesinado y a unos hijos que ya no volverían a ver a su padre. Como los hermanos huérfanos de José Antonio Pardines que ya no recibieron más visitas del hermano mayor que los cuidaba y se preocupaba por ellos.

Que Dios le tenga en su seno. Un buen hombre, que ha sacrificado su vida como muchos otros de sus compañeros en el cumplimiento de su deber. Jamás sabremos agradecérselo bastante. Es de justicia recordar su memoria.

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