Opinión

Jacinto Ruiz

E l dos de mayo de 1808 fue un día clave en la Historia de España. En el colegio San José, el profesor, entrañable, querido y siempre recordado, Germán de la Iglesia, nos relataba y explicaba el suceso que cambió el curso de España y de Europa, con claridad y admiración hacia aquellas mujeres y hombres que se alzaron en Madrid contra la invasión francesa. El Madrid de los Austrias, la Plaza Mayor, la Cava Baja, la maravilla del Palacio Real, la Puerta del Sol, el barrio de Malasaña, la desaparecida montaña de Príncipe Pio, la Puerta de Alcalá, el cementerio de la Florida y la Plaza de la Lealtad, son lugares de la capital de España que un dos de mayo, se convirtieron en principales protagonistas de un muy señalado suceso de nuestra Historia. Manuela Malasaña, Clara del Rey, Daoiz y Velarde y el teniente Jacinto Ruiz de Mendoza, son los héroes más conocidos de aquel levantamiento popular de gentes humildes y anónimas a quienes abandonaron sus dirigentes y que con navajas, palos y pistolas que robaban a los franceses, defendieron la soberanía de la Nación que otros, cobardemente, no quisieron hacer. Un ejemplo de la dignidad de un pueblo que volvió a demostrar que, en muchas ocasiones, está muy por encima de sus gobernantes. Después de la vergonzosa bajada de pantalones ante Napoleón de los borbones Carlos IV y su hijo Fernando VII, dos traidores a la patria, con perdón de la progresía celtibérica y aledaños, y cuando el ejército francés pretendía llevarse a Bayona a los infantes de España Antonio y Francisco de Paula, los madrileños se lanzaron a la calle y armados con todo lo que encontraron, hicieron una auténtica escabechina entre los soldados de Murat. 

Jacinto Ruiz de Mendoza era natural de la españolísima ciudad de Ceuta y allí, precisamente comenzó su carrera militar con apenas 16 años de edad como cadete en el Regimiento Fijo. El año anterior al levantamiento de Madrid fue ascendido a teniente y se le envía destinado a la tercera Compañía del Segundo Batallón de su regimiento. El 2 de mayo de 1808, Jacinto Ruiz, se encontraba en cama convaleciente de una enfermedad, pero al oír los tiros del ejército francés contra los madrileños desarmados sale al mando de su compañía para reforzar las tropas del cuartel en el Parque de Artillería de Monteleón, poniéndose a las órdenes de los capitanes, Luis Daoíz, y Pedro Velarde y organizando su defensa con los paisanos que hasta el cuartel llegaron pidiendo armas para defenderse. 

Los capitanes Daoiz y Velarde murieron defendiendo Monteleón y el teniente Jacinto Ruiz después de recibir un balazo en un brazo siguió combatiendo, al pie del cañón y rodeado de cadáveres, hasta que otra bala le atravesó el pecho y la espalda y dio con él en el suelo. Los pocos soldados que quedaban se lo llevaron y lo ocultaron de los franceses. Murió meses después como consecuencia de sus mortales heridas. Su heroicidad, como siempre en esta España nuestra, tardó en ser reconocida y fue la Regente Maria Cristina, madre de Alfonso XIII, quien encabezo la suscripción para erigir un monumento al teniente Ruiz en la plaza del Rey de Madrid. Jacinto Ruiz fue el último de los héroes de Monteleón y un ejemplo para todos los españoles. Buena falta hace recordarlo hoy día.

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