Opinión

La fragata

Leía el otro día en un periódico nacional la noticia de que el presidente Sánchez, había enviado al Mar Negro la fragata Blas de Lezo, como consecuencia del conflicto de Ucrania. Un barco de la Armada cuyo nombre, al parecer del periodista, no le gusta mucho a los golpistas catalanes y socios de gobierno del presidente socialista. Claro, es natural. A los golpistas no les puede gustar de ninguna manera un personaje histórico que reúne en su figura el honor, la valentía y el coraje del soldado español. ¿Cómo les va a gustar a Rufián y a Pisarello un héroe español? A ellos les place más otro tipo de personajes como el Conde Don Julián, Bellido Dolfos, Antonio Pérez o Pau Claris, y, claro está, no soportan que un barco de la Armada lleve el nombre de un héroe. Y es que Blas de Lezo ha sido un héroe de España y debería ser un ejemplo para los jóvenes de hoy, pero dado el brillante sistema educativo celtibérico, solo lo conocen los caballeros cadetes de la Escuela Naval. El resto del país solo frecuenta a Rociíto, Terelu y Jorge Javier.

Era Blas de Lezo un jovencísimo guipuzcoano cuando ingreso en la Armada española como guardiamarina. En muy poco tiempo destaco brillantemente en los muchos y duros combates en los que participo contra los ingleses, perdiendo el ojo izquierdo, una pierna y una mano. Muchos años antes de la batalla de Trafalgar, los británicos enviaron una enorme flota contra Cartagena de Indias para piratearnos el comercio en el Caribe y aniquilar el imperio español, con perdón, en América. Así, en el mes de marzo de 1741 aparecieron por Punta Canoa 186 barcos de guerra ingleses bien pertrechados, con dos mil cañones y 24.000 combatientes dirigidos por Sir Edward Vernon. En frente, la defensa de Cartagena contaba con tan solo 3.000 hombres y seis navíos de guerra al mando del marino Blas de Lezo. Era tan grande la superioridad de las fuerzas inglesas que su jefe, el almirante Vernon, al principiar los combates mando acuñar en Inglaterra unas monedas conmemorativas en las que se veía a Blas de Lezo de rodillas entregándole las llaves de la ciudad y una leyenda que decía: El orgullo español humillado por Vernon.

El hecho es que el tal Vernon después de meses de asedio tuvo que salir huyendo de Cartagena a la carrera y con el rabo entre las piernas. Cuando llego la noticia del desastre a Inglaterra su rey, Jorge II , prohibió que se escribiese del asunto, mientras por las cancillerías europeas circulaba la medalla conmemorativa entre chanzas y risas. Y es que a pesar de Rufián y Pisarello, si no es por Blas de Lezo, guipuzcoano de Pasajes, un extraordinario marino y un héroe de España, noble y honrado, que quería a su patria y estaba dispuesto a defenderla hasta morir, hoy, en Hispanoamérica, hablarían inglés, conducirían por la izquierda, tomarían el té a las cinco y no quedaría, desgraciadamente, ni un solo nativo de muestra. Un gran marino Lezo cuyo nombre, junto al de Álvaro de Bazán, Churruca, Gravina, Méndez Núñez o Cervera, está escrito con letras de oro en las páginas más gloriosas de nuestra Armada.

Vaya con cuidado la ministra Robles y esté atento mi querido amigo el capitán de Navío Ramón Touza, no vaya a ser que al Juan Sebastián de Elcano le cambien el nombre por el de Carles Puigdemont, que dio la vuelta al mundo metido en un maletero.

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