Opinión

La rogativa

Está el presidente Sánchez en Roma para visitar al Papa Francisco. No se sabe muy bien para qué, pero todo el mundo sospecha que es para que le prepare una rogativa que pueda frenar las consecuencias del Covid- 19 que está llevando a España a la ruina.

Ya saben los que estudiaron la signatura de Religión en el viejo Bachillerato que la rogativa es una oración pública hecha a Dios nuestro Señor para conseguir que se resuelva una grave situación de necesidad.

En general, la rogativa se realizaba mediante una procesión dentro o fuera del templo, acompañada del rezo de letanías. Litúrgicamente fueron establecidas por la Iglesia de Roma en el siglo IV, fijandose las fechas de su celebración en el pontificado de Gregorio Magno. Tenían lugar dos veces al año. Así, en la festividad de San Marcos, aquellas que se conocían como rogativas mayores, y en los tres días anteriores a la festividad de la Ascensión, que eran las llamadas rogativas menores. No obstante, el Papa y los obispos podían recetarlas en cualquier momento en caso de una calamidad de urgente solución.

Así que Pedro Sánchez, desesperado por la que se le viene encima, se ha ido a ver al Papa Francisco a pedirle ayuda aconsejado por su asesor áulico y con la recomendación de los diputados del PNV y los de Bildu que siempre han tenido muy buena relación con las jerarquías de la Iglesia a través del obispo Setien, de grato recuerdo para los socialistas vascos y para toda España en general.

Parece ser que su Santidad se ha mostrado receptivo con las peticiones de nuestro presidente y, además, le ha dado una serie de consejos en su compleja y difícil tarea de gobierno, entre los cuales está el de que "crezca el país, y eso ya es bastante, consolidar la nación, como organismo de leyes, y hacer crecer la patria". Lo de crecer el país es elemental, en cuanto a lo de consolidar una nación es más discutible, por cuanto Sánchez y su gobierno están a lo contrario, debilitándola y troceándola a marchas forzadas en busca de una balcanización que nos llevara a la ruina y a la miseria más absoluta. No obstante, aún nos queda el Papa y la eficacia de su rogativa que impida esta calamidad de gobierno y de pandemia que nos asola. Me preguntaba un extrañado y querido colega que pintaba Sánchez en el Vaticano. Y es que la izquierda celtibérica ha sido siempre en España una izquierda comecuras. Y no hace falta remontarse a la guerra civil. Ahí está el cisco anticlerical que se montó cuando nos visitó el Papa sabio, Benedicto XVI, en 2011 para presidir la Jornada Mundial de la Juventud. Pero bueno, ¡pelillos a la mar! Ahora lo importante es que Sánchez consiga la rogativa y esta tenga efecto, porque vienen meses muy duros. Que acabe con el Covid- 19, que la Unión Europea envíe el dinero prometido, que este se emplee con los más necesitados, y que, por fin, podamos salir adelante reactivando poco a poco la economía y empezando a crear empleo. La visita del presidente y su audiencia con el Papa ha salido en todos los medios de comunicación con unos magníficos posados fotográficos. Ha sido un éxito. Solo ha habido un fallo. El presidente debía de haber ido acompañado por su socia la portavoz de Bildu, Merche Aizpurúa, vestida con mantilla española. Sobria, elegante y distinguida, como es toda ella. Una pena su ausencia.

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