Opinión

Los asesores

Carallo con la que se ha montado en el PP con los resultados de las elecciones pasadas. Menudo lio. Están ya todos sus dirigentes cambiando el rumbo y virando a babor a todo lo que da la caña para huir de la derecha. Los asesores demoscópicos, que son carísimos, que diría mi amigo Jorge García-Borregón, se han puesto a trabajar en Génova 13, y han dicho que hay que estar en el centro por narices, que si no se van a llevar un nuevo revolcón dentro de 15 días. Mal asunto. Y ya saben, todo el mundo a obedecer. Y es que ¿a ver quién no le hace caso a estos asesores que cuestan un huevo y parte del otro?

Ahora, la política demoscópica es muy complicada. Antes, mi queridísimo y añorado profesor, German de la Iglesia, si quería saber cómo iban a ir los tiros electorales en la ciudad de Pontevedra, se subía a unos cuantos taxis y le preguntaba a los choferes como veían el panorama. Después, se iba el domingo a ver al Teucro por la mañana y por la tarde a Pasaron a sufrir con el Pontevedra; saludaba a todo el mundo y se tomaba unos cafés con los aficionados; daba un par de paseos kilométricos por la ciudad y al cabo de unos días ya sabía, más o menos, que es lo que iban a cantar las urnas. Hoy, el asunto es mucho más engorroso. Así, si le preguntas a un sabio de las encuestas cómo ve la tendencia de voto, antes de contestarte, te da un presupuesto. Desde tiempo inmemorial los hombres poderosos se han rodeado de adivinos, arúspices, augures, pitonisas y arriolas por aquello de enterarse de las cosas con suficiente antelación. Estos asesores áulicos, que caminaban al rabo de los grandes hombres de la política de Grecia y de Roma, del gran Mario, de Cesar y Pompeyo, de Augusto o de Tiberio, tuvieron siempre cobijo en las cortes de reyes y emperadores hasta llegar a nuestros días de presidentes, ministros y ministrines autonómicos, salvando las distancias, claro. Aquellos adivinos se jugaban con sus predicciones no solo su reputación, dinero y el favor de los cesares por el color de las tripas de una oca, sino que, además, se jugaban la propia vida por un mal consejo o una equivocada interpretación del vuelo majestuoso de un águila.

Hoy, al lado del poder, sigue existiendo esta fauna de pitonisas, que siguen sin acertar ni una, pero ya no se juegan la vida como antes en sus predicciones y consejos electorales y, además, cobran por adelantado, por si acaso, sus servicios, con unas cantidades de cientos de miles de euros que le quitan a uno el hipo. Se les conoce con el nombre de asesores de imagen, analistas, creativos, y así. Son genios de la comunicación institucional y técnicos en maquillaje, peluquería, estilismo, habilidades sociales, protocolo y lo que haga falta, aunque a veces carecen, a lo que se ve, del más mínimo sentido común y parece que están, como muchos de nuestros políticos, en la inopia. Y, además, son muy peligrosos. Tanto que le hicieron decir a Aznar, para que se congraciase con el pájaro de Pujol, que “hablaba catalán en la intimidad”. Y lo dijo, que manda carallo. Así que nada, todo el mundo al centro. A ver qué pasa. Total, que más da.

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