Opinión

María San Gil

SE DECÍA hace ya unos cuantos años en el Partido Popular vascongado que era la mejor de todos ellos. Un servidor también lo cree, sin duda alguna, cuando esta valentísima guipuzcoana, honrada e intachable, le plantó cara a la barbarie de la ETA y de Batasuna, ante el acollonamiento de muchos cobardes que poblaban y aun pueblan hoy el panorama político vasco: desde el dinosaurio Arzallus hasta Odón Elorza, pasando por Setien, Anasagasti y demás herederos y sucesores. Todos ellos incapaces de sostenerle la mirada. Esa mirada limpia y franca de María que les decía clara y valientemente a la cara que no se podía mirar para otro lado ante los asesinatos de la ETA.

Está retirada de la primera línea de la política pero sigue apoyando con todas sus fuerzas a las víctimas del terrorismo que muchos quieren olvidar. Y estos días acudió, como siempre, al cementerio de Polloe para recordar a Gregorio Ordoñez asesinado por la ETA hace 22 años.

La señora San Gil estaba un día comiendo en una tasca del caso viejo donostiarra con su jefe de filas en el Ayuntamiento de San Sebastián, Gregorio Ordóñez, otro valiente como ella, cuando los niños descarriados de Sabino Arana y de Arzallus le pegaron por la espalda dos tiros en la cabeza a Ordóñez, y lo dejaron allí, muerto, en un charco de sangre. María San Gil, antes de acobardarse y marcharse para su casa, como haría cualquier mortal, recogió el testigo de Gregorio y se volcó en San Sebastián, la ciudad donde nació y en donde pelea, día a día, por la defensa de la libertad de sus vecinos.

Maria es vasca y es española. Nunca ha tenido ningún complejo en decirlo y, sobre todo, en demostrarlo todos los días de su vida. Es una mujer con firmes convicciones, de carácter inquebrantable y de extraordinaria simpatía. Es, Maria San Gil, sin duda, el típico ejemplo de persona que honra, realza, ensalza y ennoblece la política de verdad.

San Gil no defraudó a nadie. Peleó con todas sus fuerzas contra el entramado del PNV y el plan separatista del nacionalismo vasco. Luchó contra la ETA y sus paraguas de Bildu, Batasuna y el PNV. Y, también, contra algún socialista acomplejado como Odón Elorza que desea y pretende lo mismo, desde hace ya muchos años, que todos los separatistas del nacionalismo vascongado, que no es otra cosa que romper España. Combatió por sus vecinos y por los perseguidos por la dictadura nacionalista y las pistolas etarras que hoy se quieren olvidar de prisa y corriendo. Y defendió a brazo partido a las víctimas del terrorismo dándoles, sin reserva, todo su cariño y su apoyo, que aún hoy continua.

María San Gil ha sido una garantía de firmeza y compromiso en la lucha por las libertades y los derechos humanos. Se jugó la vida por los demás. Y hoy, alejada de los primeros planos de la política, es una heroína a la que los españoles nunca podremos pagarle su sacrificio y valentía en defensa de la democracia. Una gran mujer y un extraordinario ejemplo para la política española tan desprestigiada.

¡Muchas gracias! María San Gil.

Comentarios