Opinión

Los padres de la patria

SOLO QUEDAN dos de los siete creadores de nuestra máxima norma de convivencia, la Constitución de 1978. Son Miguel Roca y Miguel Herrero Rodríguez de Miñón. Y, desgraciadamente, solo aparecen en público para asistir a los banquetes del Palacio Real, invitación mediante, de los reyes de España. Acuden a los besamanos y participan, en su derecho están, en todas las ceremonias a las que las altas instituciones del Estado tienen a bien invitarlos. Faltaría más. Pero los que tuvimos la suerte de vivir en nuestra juventud la transición política del régimen del general Franco a una democracia plena, les echamos de menos en otros foros mucho más importantes que los meros actos protocolarios del ambigú palaciego. La critica situación que vive España, sometida a un brutal ataque de sus enemigos internos consentido por un Pedro Sánchez ávido de poder, necesita con urgencia, además de las lógicas protestas de los ciudadanos, una declaración clara y rotunda de los dos padres de la patria en defensa de su obra.

Hace unos años salieron a la palestra cuando fueron llamados para que en el Congreso de los Diputados expusieran sus pareceres en una comisión que creo se denominaba “Comisión para la Modernización del Estado territorial”. Allí comparecieron los padres constitucionales que eran entonces tres, para decirle a Pedro Sánchez que retirara su proyecto federalista y no abriera el melón de la reforma constitucional, si no sabía a dónde ir y lo que quería reformar, so pena de terminar como la antigua Yugoslavia. Hoy, solo quedan dos de los redactores constitucionales que, ante los gravísimos acontecimientos por los que pasamos, están callados inexplicablemente. Roca y Herrero, muy felices, en vez de defender la Constitución que redactaron, brindaban alegremente en el Palacio Real por la mayoría de edad de la princesa de Asturias junto a un Conde Pumpido que les va a emborronar lo que escribieron y después votaron la inmensa mayoría de los españoles. Todos ellos, padres constitucionales, vivos y muertos, fueron elegidos para la redacción de Constitución que ha dado a España el periodo más próspero de su Historia.

Hoy, la norma suprema que, con tanta ilusión y esfuerzo escribieron, está en un tris de desaparecer por las locuras de unos funestos personajes que, felones y expertos en el trinque, dieron un golpe de Estado que pretendía romper esta vieja nación y su convivencia en paz y que hoy son, junto a los herederos de la ETA, el sostén del futuro gobierno de Sánchez. Ante esta situación de gravísima crisis constitucional en donde ya se ha roto el Estado de Derecho, sorprende sobremanera el silencio que mantienen los señores Herrero y Roca, otrora supuestos hombres de Estado, que asisten, indiferentes, a las cornadas que desde el comunismo, los de Otegui y el golpismo catalán viene recibiendo nuestra Constitución desde hace ya mucho tiempo. El mutismo y el mirar para otro lado de unos padres constitucionales que debían de contar con autoridad moral suficiente para pronunciarse públicamente ante semejante ataque, ha defraudado a muchos españoles que vivieron muy intensamente aquella época compleja y llena de peligros. Hoy Sánchez ha abierto, irresponsablemente, el melón para que vuelvan a salir de nuevo en España la insolidaridad, la desigualdad, la envidia, la mentira, el privilegio, y todo lo que ello trae consigo. Pedro Sánchez ha entregado a España a un prófugo de la justicia y, hoy, entre otros disparates firmados, jueces y magistrados pueden, gracias al “lawfare”, ser acusados de prevaricación y encarcelados por haber aplicado la ley.

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