Opinión

¡Parió la abuela!

Corren malos tiempos para la Iglesia Católica en España. Están, otra vez, los señores obispos en boca de todo el país por las gravísimas declaraciones de un cura asilvestrado vasco, uno más, que se encuentra estabulado en el templo parroquial de Lemona, dicen que predicando el Evangelio. El cura trabucaire -dícese del antiguo faccioso catalán armado de trabuco- en cuestión, es un tal Miguel Azpeitia, que le ha soltado una coz monumental en el tafanario de los señores de la Conferencia Episcopal Española diciendo que los asesinados por la ETA "se llevan su merecido". 

La iglesia española lleva los últimos cuarenta años pasteleando en asuntos de separatismos vascos y golpismos catalanes, de Setienes y Uriartes que han convertido la Iglesia Universal en España en una congregación de fieles parroquiana. La cosa ya andaba mal y ahora, encima, ha parido el tal Azpeitia. Un parto de sangre que pone de manifiesto la connivencia de este tipejo con los terroristas de la ETA. Dice Azpeitia que "es mucho más fácil que saliéramos protestando la muerte de un etarra que la de un alguacil". Continúa el cura, "hay que respetar a la gente de ETA que no se arrepiente. Debería haber más pintadas a favor de los presos". Prosigue el mosén, "que un pueblo al que quieren conquistar responda con violencia no sé si es terrorismo". Y finaliza diciendo "esto es una guerra entre bandos, entre una nación contra otra nación no hubo otra forma de hacer". Las frases de este sujeto se comentan por si solas.

Monseñor Rouco, la cabeza mejor amueblada de los mitrados de Roma, estaba ya muy preocupado en su día por los despropósitos y las astracanadas de algunos de estos pájaros con sotana que son absolutamente imperdonables en el seno de una institución como la Iglesia.

A la ciudadanía española, católica o no, que paga con sus impuestos los más de 284 millones que recibe la Iglesia española anualmente, le es muy difícil de digerir y de perdonar que los obispos vascos estén mas cerca de los terroristas y de sus familiares que de las propias víctimas; de que no hayan cedido las iglesias y no se oficiaran funerales a los asesinados por la ETA; y que hayan tenido que aguantar los vómitos verbales de un sujeto tan despreciable como el arzobispo Setien -que Dios nuestro señor lo tenga donde se merece- que impidió en su día, que la Conferencia Episcopal de manera vergonzosa no firmara el Pacto Antiterrorista. A los millones de españoles les fue muy difícil de tragar como numerosas instituciones religiosas figurasen con inversiones millonarias en un tenderete de dinero negro como de Gescartera. Esos mismos españoles no pudieron en su día comprender como se pudo mandar al paro a una humilde y buena profesora de religión por casarse con un divorciado, cuando el tribunal de la Rota no para de conceder anulaciones matrimoniales si los postulantes, claro está, tienen el riñón bien cubierto. O ¿cómo se consintió que el obispo Jaime Camprodon les dijese a sus feligreses que es de buen cristiano hablar solo el catalán incluso con los no catalanoparlantes?

Monseñor Omella, muy amigo del separatismo, no en vano se ofreció como mediador de Puchimón y compañía en el golpe de Estado catalán, lo tiene muy complicado con estos pastores de asesinos que, además de quitar gente de taquilla en los vacíos templos católicos, desaniman a que la ciudadanía ponga la cruz en la casilla de la declaración de la renta. Una pena..

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